Hacia una nueva ética del comportamiento

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Ramón Palacio Better

Ramón Palacio Better

Columna: Desde el Centro Azul

e-mail: ramonpalaciobetter@yahoo.com



Desde hace varios años el país mantiene su cabeza al borde de un peligroso abismo a donde posiblemente podríamos caer todos sin excepciones. Estas circunstancias están permitiendo en

las calles de Colombia el fortalecimiento de quienes insisten en los cambios de la tradicional dirigencia política, especialmente para renovar y revalorizar los términos, honestidad, austeridad, reinvención, reestructuración y eficiencia, por algo que originalmente presente más respeto con los compromisos que el Estado debe ofrecer a los ciudadanos, a la gente.
Estamos convencidos que ha llegado la hora de acabar hasta con las tentaciones de privilegiar aun a las dirigencias generacionales, que por muchos años nos hizo perder la vista en muchos enfoques; a nuestro juicio, muy esenciales para el cambio que tanto necesitamos. No se trata de ninguna manera, de comenzar de cero, sino de valorar mucho más lo que tenemos y además de lo que nos queda aún de sociedad. Hay que regenerar más lazos de convivencia entre los ciudadanos y hombres públicos y reconstruir en consciencia el tejido de nuestra representatividad democrática. En definitiva, debemos encender ya las luces e iluminar el horizonte de una nueva política, a la que se deben sumar naturalmente los dirigentes capaces de encarnarla con amplio criterio y responsabilidad.
Se trata ciertamente de una reconstrucción moral y social, debemos todos marchar hacia una nueva ética del comportamiento, del compromiso, de la representatividad y de la participación del pueblo especialmente en estas decisiones. Todos tenemos que organizar mejor los caminos del futuro, debemos estudiar a fondo que modelo de sociedad quieren la mayoría de los colombianos y luchar por ella, defendiéndola de la corrupción y de la impunidad. Ni los samarios, ni los magdalenenses necesitamos políticos que tradicionalmente han buscado solo sus propios beneficios y privilegios; debemos aspirar a una transformación profunda de común prosperidad, tejiendo entre nosotros una trama de confianza y de más credibilidad entre todos los que integramos nuestra sociedad, pero con una base de nuevos dirigentes que además de sus problemas, atiendan las dificultades de los demás, que camine entre nuestra gente todos los días y escuchando lo que verdaderamente le duele al pueblo.
En nuestro concepto, las nuevas generaciones que se van incorporando, forjarán muy seguramente la nueva política que reclamamos; que no es, ni pueden ser sentencias o juicios de exclusión social abstracta, cómplices de la vieja política que en su agonía, utilizó la reestructuración mediante la ley 550/93 y ley 617, para excluir de sus cargos al pueblo, convirtiéndolos en desertores del Estado y que no debemos permitir constitucionalmente. Porque además promueve una inadecuada e inaceptable realidad, porque nos convierte en una sociedad fragmentada y cada vez más desigual e injusta.
Estas reducciones de trabajadores en la administración pública fomentan un inusual esquema o estilo de dominación social, basado en la manipulación de la dignidad de la gente, que seguramente tendrá que arrodillarse ante los burócratas inamovibles para defender su empleo. De algo no hay duda, y es, de que no se puede reconstruir el país, ni los departamentos, ni las alcaldías, ni mucho menos los distritos, por quienes siempre han sido los principales artífices de estos típicos desastres sociales. Ojalá podamos introducir en estos complejos escenarios por venir, nuevas y frescas ideas que impulsen una nueva política sin falsos ideologismos financieros. Con actitudes convocantes más allá de las fronteras partidistas o grupistas lograríamos un mejor proyecto común, aun cuando provengan de distintas vertientes.
Debemos exigir políticas de Estado pensando primordialmente en nuestro pueblo, en la gente que habita nuestros suelos distritales y magdalenenses. La crisis económica, no debe ser solo de exclusión y retiro de funcionarios, ni de perdidas, ni de desencantos. Los nuevos gobiernos por venir deben volverse promotores solidarios del cambio y de la integración social, generadora de proyectos nuevos, con ocasiones y espacios productivos abiertos para la creatividad empresarial, industrial, comercial, agrícola, cultural, histórica y primordialmente turística. Necesitamos activar nuevas innovaciones económicas, sociales, producto de la imaginación y como consecuencia de una nueva política entre nosotros.



Más Noticias de esta sección