Chabuco, que orgullo

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Escrito por:

Jacobo Solano Cerchiaro

Jacobo Solano Cerchiaro

Columna: Opinión

e-mail: jacobosolanoc@hotmail.com

Twitter: @JacoboSolanoC



Una columna que desde hace tiempo quería escribir y por fin, llegó el momento. Hablar de Chabuco, es hablar del amigo de infancia con quien compartí mucho, junto a Lele García, Chiche Berenjena, Guille Torres, Iván Murgas y otros, hacíamos pilatunas en ese Valledupar de historias, magia y leyenda.

Luego, El Chabu se pasó al combo de Lia Murillo, Cayo Daza, Tatiana Arregocés, Richard Daza, Quintín y Nenito Quintero, cuando inició su inquietud por la música que por herencia lleva en las venas, el hijo de un juglar como Hugues Martínez, quien marcó la época grande del vallenato.

La vida en el medio artístico es dura y para Chabuco no ha sido la excepción, su primera lucha fue con él mismo, para creer en su talento y ubicar un estilo; siempre fue un romántico lleno de tradición y folclor, que lo hacían diferente, pero que no encajaba en el vallenato tradicional. Según él mismo dice "El vallenato es poesía y canto, tiene una gran letra, y muchas veces eso se desaprovecha. Siempre quise hacerle algo al vallenato que no lo hiciera todo el mundo, pero siempre respetando las raíces".

Se marchó a buscar nuevos horizontes y fue en Bogotá donde comenzó a moldearse como el artista que hoy nos enorgullece, le tocó sortear muchas dificultades para abrirse camino porque muy pocos creían en él, pero como un gladiador soñador, superó los obstáculos; quería mostrar algo diferente y sí que lo logró. Integró el conjunto Los Pelaos con poco éxito; frecuentó muchos bares, hasta que la gente se fue acostumbrando a su estilo.

Sus grandes virtudes siempre han sido la búsqueda, la fusión y el arrojo. Primero se atrevió con el jazz, en los Clásicos Café La Bolsa y ahora, nos sorprende al fusionar su tradición y sus raíces con las del flamenco español, que se oye tan bien.

Su reciente producción De ida y vuelta, lo tienen ubicado como un Joan Manuel Serrat o Joaquín Sabina pero en vallenato, un gran aporte a la internacionalización de nuestro folclor, tan carente de propuestas audaces e innovadoras. Clásicos como: Penas negras, Alma viajera y Tierra de cantores, al compás de una sentida guitarra con sabor gitano, suenan magistralmente, el resultado, un equilibrado contraste muy agradable al oído.

Chabuco me llena de orgullo, tengo la certeza de que estará en grandes escenarios, tiene un estilo indescifrable y una voz que seduce, además porque logró dar el paso para trascender; lo que hizo con su nueva producción, al llegar a casi medio millón de hogares, en dos domingos, con la edición de El Tiempo, una cantidad que ningún otro artista nacional ha alcanzado con copias vendidas de un disco, es ubicar nuestro folclor en lo más alto.

Yo se que muchos no entienden esta propuesta, y no los juzgo, pero Chabuco está llamado a ser el líder del vallenato diferente y en buena hora, porque conozco sus luchas y hoy Dios lo recompensa. ¡Bien Chabu, te sobraste!