Hoy quisiera empezar con una anécdota sobre por qué me hice legislador y por qué me interesé en el problema de consumo de SPA. Pocos días antes de ser asesinado, mi padre Luis Carlos Galán hizo una visita a Venezuela.
Mi padre recordó a Gandhi en aquella respuesta y su denuncia a la sociedad occidental por su cultura materialista que genera seres humanos incompletos, que necesitan darle un sentido a su vida mas allá de lo material.
Estas ideas y por supuesto, la trágica historia de su muerte a manos del narcotráfico, el paramilitarismo, políticos y miembros de los organismos de seguridad del Estado, me llevaron a pensar y reflexionar sobre cómo podemos atacar el problema de las drogas desde su raíz.
De esta manera, inicié una serie de debates en el Congreso de la República para cambiar la política contra las drogas y empezar a pensar en opciones distintas a la persecución y al castigo de productores y consumidores. Precisamente estas discusiones, me llevaron a promover la Ley 1566 de 2012, que por primera vez en Colombia reconoce al adicto como un paciente con derecho a tratamiento y posibilidades de recuperación y no como un criminal.
La nueva perspectiva en Colombia, hace urgente construir un modelo de salud pública dirigido no solo al tratamiento de la adicción, sino a su prevención. Y me refiero a una prevención que aborde de manera decidida las causas por las que las personas a edades cada vez más tempranas, se sienten motivadas a consumir sustancias psicoactivas y que promueva la formación de profesionales realmente capaces de hacer promoción y prevención en la comunidad.
Aprovechemos que los diálogos en La Habana, esta semana abordarán el problema de las drogas ilícitas y pensemos seriamente en estrategias de prevención y promoción que den fin no solo al conflicto armado, sino al drama silencioso de millones de familias en Colombia.