Una ciudad contra el recuerdo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eduardo Barajas Sandoval

Eduardo Barajas Sandoval

Columna: Opinión

e-mail: eduardo.barajas@urosario.edu.co



El cineasta Émir Kústuritsa ha decidido construir, sobre un campo deportivo que en la guerra de Bosnia fue escenario de macabros incidentes, una ciudad nueva en honor de Ivo Andri?, el filósofo ganador del Premio Nobel de Literatura de 1961.

Andri? Grad, todavía inanimada porque sus edificios están apenas en crecimiento y le falta nada menos que la energía de quienes vayan a ser sus habitantes, se levantará paralela a la legendaria Višegrad, adornada por el puente construido en el Siglo XVI por orden de Mehmed Paša Sokolovi?, en la cúspide del esplendor del Imperio Otomano.

La descripción del paraje, de la que se ocupó Andri? con precisión y sensibilidad en los primeros párrafos de "El Puente sobre el Drina", obra clave de sus merecimientos literarios, será dentro de pocos meses diferente, cuando se termine de configurar el invento de un director de cine empeñado en reiterar su condición de serbio y cristiano ortodoxo, luego de haber nacido en Sarajevo en el seno de una familia convertida al Islam, que lo marcó originalmente como bosnio.

La intromisión de Kústuritsa en ese paisaje no sería chocante para nadie si no tuviese desde un principio marcadas connotaciones políticas y si no se tratase de una ciudad inventada de un momento a otro. No otra cosa se puede deducir de su interés en entregar la ciudad, para estrenar, precisamente el 28 de junio de 2014, esto es el día del centenario del asesinato de Francisco Fernando en Sarajevo, a manos de Gavrilo Princip, considerado héroe por los serbios y causante de desgracias por otros, en cuanto desató nada menos que el drama de la Primera Guerra Mundial. Fecha de junio que también conmemora la batalla del Kosovo, librada en 1389, que a pesar de haber terminado con una cruel derrota ante los otomanos, con muerte de Rey y todo, marcó el bautismo fundacional de la nacionalidad serbia.

Las ciudades ocultan siempre huellas del pasado, y para conocerlas a fondo es preciso descubrir las capas de lo que han sido sus realidades anteriores. Cuando el transcurso de su formación ha sido espontáneo, llevado al ritmo de la historia y de las transformaciones sociales, se respira en ellas un aire de legitimidad que permite identificar reposadamente las claves de cada cambio. Pero todo es muy distinto cuando a alguien se le ocurre imponer mutaciones, que no en todos los casos pueden ser afortunados.

La mutación que implica el nacimiento de Andri? Grad podría aguantar los efectos simbólicos de nacionalismo serbio hasta ahora descritos, pero en cambio adquiere la textura de un manto de ocultamiento y olvido, difícil de perdonar por parte de los bosniacos, esto es los musulmanes de Bosnia, en cuanto se construye sobre unos campos que fueron el escenario de las más cruentas acciones contra niños, mujeres y hombres de esa comunidad, y de la fe musulmana, en la última de las guerras balcánicas.

Paro aún hay algo más. La nueva fundación urbana, salida de la imaginación de un cineasta, introduce una controversia sobre la apropiación de la figura, la herencia y la memoria de Ivo Andri?, nacido también en Sarajevo de padres croatas y más tarde auto considerado como serbio, pero hasta su muerte representante de la Yugoslavia de entonces, comprometida con la unión de todos los eslavos del sur.

En este campo tienen también justamente los bosnios un reclamo que hacer, que no es otro que el de la intención implícita de apoderarse de la memoria de uno de los intelectuales más importantes de la historia de los eslavos de los Balcanes, que en el transcurrir de su vida escribió en las diferentes versiones de la mezcla de lenguas nacionales que en otra época era orgullo de todos.

La nueva ciudad de piedra, que al decir de quienes han visitado el lugar tiene las características de un injerto de escenario cinematográfico en las apacibles ondulaciones del lugar donde el Rzav desemboca en el Drina, a pocos metros del puente otomano, será a la vez una aventura política, turística y cultural que se sumará a la febril acción de Kústuritsa, que ya se hizo merecedor al Premio Phillipe Rotthier de arquitectura europea, por su proyecto de Drvengrad o "Aldea de madera", construida también al ritmo de su ingenio como escenario artificial de la película "La vida es un milagro", según dijo para reemplazar la destrucción de su nativa Sarajevo.

En medio del esplendor de la entrega de la nueva ciudad, y de las ventajas que de ella derive la Republika Sprska, que agrupa a los serbios de Bosnia Herzegovina, allí seguirán rondando para siempre los lamentos de las víctimas de una barbarie que tuvo lugar en esos parajes y es imposible olvidar. Para que se cumpla la admonición que el propio Ivo Andri? hizo en su discurso de recibo del Premio Nobel, cuando dijo que "el propósito de un relato es conjurar al verdugo, suspender el juicio ineluctable del destino que nos acecha, prolongar la ilusión de la vida y el tiempo".