Impacientarnos el peor camino

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Escrito por:

Ramón Palacio Better

Ramón Palacio Better

Columna: Desde el Centro Azul

e-mail: ramonpalaciobetter@yahoo.com



Probablemente, el sueño presidencial en Colombia, es acercarnos al modelo exitoso de la paz, con acertadas posturas en donde a pesar de las sorpresas negativas, el fracaso y aún perdiendo podamos acudir a la inteligencia. Muchas naciones en el mundo que viven en completa paz, sin guerras, ni guerrillas, aún a pesar de existir en su interior, recalcitrantes odios entre uno u otros miembros de la sociedad.

En los muy difuminados perfiles del pensamiento presidencial esta definición de la paz, avanza por instantes con especial inteligencia y luego retrocede brutalmente; quizás porque actuamos con el corazón y no con la cabeza; estas situaciones de un paso para adelante y cuatro para atrás, tiene aspectos de una antorcha encendida que todo el mundo observa en una caminata que no se sabe por dónde se va, ni a dónde va a llegar, ni cuál es su término o verdadero final.

Sin embargo, al margen de los muchos matices que esta idea pueda tener, la antorcha encendida es un marco interesante y la única esperanza para la tranquilidad de todos.

Aún compartiéndola, su sola enunciación no alcanza, porque nada sabemos sobre las etapas que recorre el presidente de los colombianos con dicha llama encendida, ni los modos y ni los componentes, a pesar de ser un prioritario proyecto de beneficio e interés nacional. Pero hay un requisito obligatorio, y es el de cumplir con ese objetivo de largo plazo que requiere nuestro presente.

El ordenamiento, los cambios y la modernización de una sociedad de cuarenta y cinco millones de personas, rica en tradiciones e ideas, en un extenso territorio es indudable que en un tiempo mundial muy agitado como el que vivimos actualmente, exigen una afinada e inteligente capacidad para tratar de superar este gran flagelo que aterra a la población, por los inhóspitos diseños y preocupantes gestiones cuyas acciones cotidianas nos horrorizan ante el planeta.

Necesitamos que el presidente acuda, participe o intervenga en estos temas, como buen gallo fino de pelea, como el buen boxeador, que aún perdiendo, finalmente derrotan en breves instantes al contendor, sacan su casta, acudiendo con inteligencia a los recursos, habilidades y la destreza que le ofrece su buena preparación para estas contiendas. Los colombianos por ello, exigimos del presidente, mas destreza y aptitud, porque competencia y pericia si ha demostrado poseer. Para que podamos tener como mínimo un gobierno de buena calidad, frente a estas impactantes acciones a la que acuden quienes promueven el terrorismo, maneras, modos y métodos para día a día sorprender a la sociedad colombiana. Muchos presidentes intentaron realizar cambios profundos y tomaron nota de esa necesidad.

En realidad por el esfuerzo de muchos de ellos, cambiaron varias cosas en Colombia. Sin embargo, esos cambios han quedado como hechos definitivos, más allá de la suerte política de sus gobiernos y del país.

Me parece que esta enseñanza histórica hay que retenerla: no hay cambio sin gobierno; todos se olvidaron de la guerra que se libraba en los montes y áreas rurales de Colombia; hace más de cincuenta años tenemos fuerzas armadas rebeldes que actúan con violencia contra nuestro sistema de gobierno y ninguno de los presidentes en las cinco décadas, le prestó la debida atención a estas posturas ideológicas revolucionarias, que hoy han tomado ejemplar fuerza, no solamente en las áreas rurales, sino en las urbanas.

No podemos negar que el país tiene rebeldes por todas partes. Ojalá las reuniones en Cuba nos definan un camino seguro, para aquietar definitivamente los odios, entre los colombianos, rebeldes o no rebeldes. Según lo que hemos podido saber el presidente J.M. Santos también es un infatigable trabajador.

Sigue los asuntos personalmente, controla temas centrales de la gestión pública y acicatea a sus colaboradores con preguntas y urgencias. Pero, a estas alturas de su gobierno, empezamos a tener la sensación de que muchos de los anuncios transformadores que se han ido ofreciendo han tropezado con fuertes obstáculos para su concreción, pues aún existen muchas dudas, en lograr satisfactorias soluciones.

Por lo pronto, tenemos para las obras públicas, un gobierno dotado de importantes recursos fiscales que apuntan a resolver deficiencias estructurales muy grandes en transportes, vivienda, empleo, salud, educación, agricultura, industria, comercio, turismo y energía, que ojalá no se atollen en el terreno de los anuncios.

A pesar de la gran dotación de recursos naturales de gas, carbón, oro, esmeraldas, agricultura, ganadería, pesca, níquel, sal, hoy pareciera que están considerablemente aislados de las tendencias para mejorar el Estado, las utilidades que recibe la nación por estos negocios de explotación de nuestros recursos naturales, no han sido capaces hasta ahora de atender suficientemente las necesidades que padece a diario la sociedad colombiana; y porque parecen por lo visto, negociaciones mal hechas, ya que seguimos igual que antes y con menos recursos naturales todos los días.