Maltratada la cuna de la mejor bahía de América

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Escrito por:

Orlando López Lozano

Orlando López Lozano

Columna: Así veo las cosas

e-mail: orlandoluis1210@hotmail.com



Santa Marta siempre ha sido una de las ciudades más acogedoras de la Costa Caribe. Turística por naturaleza, duerme en su seno a la más hermosa bahía de América, comparada por geógrafos con las mejores del mundo.

Poderoso imán de visitantes y turistas, esta joya de la geografía universal, recibe con los brazos abiertos y el corazón generoso a quienes se aventuran a conocerla, portando a su regreso un manojo de sinceros ditirambos al ensoñador paraje y la calurosa bienvenida de su gente amable, alegre y siempre atenta a servirles.

Sus características topográficas y el entorno mágico de sus paisajes invitan al turista a formar pequeños grupos y recorrer la ciudad a pie para visitar los más significativos sitios turísticos de la ciudad, antes o después de haber permitido que sus cuerpos hayan sido masajeados por las suaves olas de la bahía más encantadora del Caribe.

Escogida por los dioses como el último espacio donde el Libertador emitiría su último suspiro, en virtud de lo cual la Quinta de San Pedro Alejandrino es hoy universalmente conocida como la "Tumba del Libertador", sitio de obligada visita de los turistas.

Cuna orgullosa de José Maria Campo Serrano, presidente de Colombia, del plantel educativo más prestigioso de la nación, el Liceo Celedón, seno de sobresalientes escritores, sensibles poetas, notables periodistas y demás cultores del pensamiento. También brillaron con luz propia en el firmamento de sobresalientes deportistas: Dunlop, boxeador designado a disputar la corona mundial de los pesos medio, Balón Acosta, impasable portero, Apolinar Pérez, mortífero delantero al lado de Gabino Granados, el fenomenal "Pibe" y el actual "tigre" del fútbol europeo, Radamel Falcao, etc., colocan a Santa Marta como la ciudad pionera de las genuinas disciplinas del cuerpo y el espíritu caribeño.

Hoy, por esa intromisión demencial de elementos foráneos.- de ello estoy seguro- se quiere convertir a Santa Marta en la ciudad violenta del Caribe, en la Argel criolla, en una de esas ciudades del medio Oriente, donde las palabras amor y fraternidad están desterradas de su vocabulario sentimental.

Desde la primera magistratura del Departamento hasta el más humilde de los samarios, todos a una como en Fuente Ovejuna, tienen la obligación indeclinable de levantarse ya, en contra de los que han pensado robarle la paz, el sosiego, la tranquilidad y seguridad a la ciudad símbolo enajenable del turismo caribeño, de la cordialidad espontánea y la fiesta tropical de cumbias y vallenatos.

Dejarse arrebatar en un momento de explosión delincuencial la paz y tranquilidad de toda una vida, por un puñado de tránsfugas, con seguridad manipulados como marionetas a través de hilos exteriores por titiriteros sin conciencia, es imperdonable. Es un acto de malsana indiferencia que jamás le perdonará la tradición histórica de la ciudad de Bastidas.

Para ello se necesita la unión decidida de todas las fuerzas del orden: militar, policiva y hasta aérea. A defender, pues, esa tierra habitada por la simbiosis étnica de españoles, ingleses, Tayronas, Chimilas y negros, cuyos valores axiológicos, éticos y religiosos no les permiten ser permeados por la tolerancia censurable o la apatía desoladora.

La cuestión es preocupante, de tal manera que no se trata de hacerle frente en el momento y después bajar la guardia.

Se trata de mantener la guardia siempre en alto e investigar cuáles son las raíces verdaderas del atentado al supermercado, cuyas consecuencias tocaron letalmente a personas trabajadoras que, seguramente, nada tenían que ver con el conflicto.

Que no se adopte la inconsciente aceptación de que "aquí no ha pasado nada" y se sepulte en la impunidad un hecho tan demencial como execrable. Así lo esperan los samarios en general.



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