Intentando filosofar…

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



Me pregunto si cuando dejemos de ver las cosas estas seguirán siendo como las vemos cuando las vemos. Es más, ¿seguirán siendo? Siempre será una pregunta sin respuesta para quien se la hace, pues obviamente es imposible verlas cuando no las vemos. Difícil tema se me ocurre hoy, pero es una idea que me ha rondado siempre y que debo escribir para intentar clarificar; "intentar clarificar", siempre se quedará en eso, en intención, es decir, en interrogante, que de todas maneras ya es algo, y mucho.

Pero, en el mismo sentido lógico, hay aún más: Cuando muramos, ¿el mundo seguirá su rumbo? Pretensioso es no creerlo pero también es necio afirmarlo ya. A fin de cuentas, ¿qué es el mundo? Pues es lo que cada uno vive, es decir: siente y en general percibe por medio de sus sentidos. Entonces, si perdemos contacto con eso que existe porque vemos, sentimos y en general percibimos, ¿eso seguirá existiendo? No para quien muere, y con ello basta para responder con un "no" rotundo si es uno quien se hace la pregunta para sí mismo.

"Ojos que no ven corazón que no siente"; y también nariz que no huele, oídos que no oyen, lengua que no gusta y piel que no palpa también corazón que no siente; y en la misma lógica corazón que no siente vida que no existe en ningún ámbito.

Me dirán que las otras personas seguirán viendo, oyendo, oliendo, tocando, probando, sintiendo, y en general percibiendo o viviendo, pero eso es lo que ellas ven, oyen, huelen, prueban, y en general perciben; es su vida y no la de uno que ya no está. ¿Para qué diferenciar entre subjetivismo u objetivismo? Somos sujetos subjetivos, y lo demás es en cuanto somos, o sea, también subjetivo.

Por eso inicié con la idea de que cuando a uno se le muere la visión las cosas desaparecen en su cualidad de luces, sombras, colores y perspectivas. Como las cosas existen plenamente solo si están funcionado al tiempo cada uno de los sentidos con los cuales pueden ser percibidas, en la medida en que vayan muriendo algunos de esos sentidos las cosas van dejando de existir de a poco, hasta que un día inevitable se pierde el último canal que nos une a ellas.

Algo similar pasa con las palabras, esas pequeñas artes mágicas que me extasían, pero ahí sí creo tener la respuesta: las cosas existen sin necesidad de las palabras, sin necesidad de nombrarlas. Es más: por eso las podemos nombrar de distintas formas o en diferentes idiomas. Y todavía más: hay millones de cosas que no han sido nombradas o que dejaron de ser nombradas, y que sin embargo existen.

¡Ja! Qué complicado es el mundo cando nos da por ahondar en cualquiera de sus rincones, pero también qué perdedera de tiempo es ahondar en temas que no ayudan a arreglar el mundo complicado dirán muchos.

Sin embargo, hay una conexión entre estas "tonterías" y los problemas que realmente hacen sufrir a las personas, los problemas de los que hablan casi siempre los periódicos y los noticieros. Esa relación consiste en que la forma de pensar, de llegar a conclusiones, siempre es la misma, es la acción de disponer ideas para encontrar verdades, y eso es lo que debemos ejercitar.

Muchos llaman a eso filosofía, y para ello no necesariamente hay que mencionar griegos ni pensadores de esos que tanto aparecen en los pies de páginas. Así filosofaba Fernando González Restrepo, el maestro de Envigado, deslizadamente y sobre la manga o encima de un taburete recostado en la pared de un café mirando hacia la calle viendo pasar muchachas.

¡Qué falta nos hace el brujo en estos tiempos tan complejos! Pero él ya no está aquí, o mejor, sí está, pero en "otra-parte" o de otra-forma diferente a cuando percibía: en sus libros y escritos que es la única manera de seguir siendo para siempre. ¡Qué fortuna poder continuar recibiendo sus clases de pensar! Se los recomiendo leer de vez en cuando como gimnasia mental, amables lectores (y advierto que no es familiar mío; sí lo conocí, siendo yo muy pequeño).