¿Quién pidió pollo?

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Las estadísticas muestran un panorama desalentador de nuestra sociedad: mas de siete millones viven en la indigencia, hay veinte millones de pobres o 45.5% del total de la población, tasa de desempleo de 10.9%, entre otros muchos índices sociales preocupantes.

Los últimos gobiernos han implementado programas para dar alivio a esta apremiante situación social. Es así como tenemos programas para las poblaciones más pobres en educación, salud, vivienda y seguridad social, incluyendo el deseado plan de pensión universal para adultos mayores, que según estimativos del gobierno Santos, atendería a mas o menos 7 millones en los próximos 20 años.

Todo esto suena bonito, pero hay una pregunta que debemos hacernos con cabeza fría: ¿Cómo vamos a pagar por todo esto?

El camino de asistencialismo social que está tomando el país, coloca en peligro las metas de crecimiento en el largo plazo. La economía de un país no es distinta a la de las personas. Los ingresos deben cubrir los gastos y si no alcanzan, hay que prestar.

Hay que preguntarse si un país en donde casi la mitad de la población es pobre, la otra mitad está en condiciones de financiar el asistencialismo social. La respuesta es no. Los programas de asistencia social solo son viables financieramente cuando un porcentaje muy pequeño de la población los necesita. Es un cálculo actuarial semejante a los que se hacen en la industria de seguros o pensiones. Los seguros no serian viables si el porcentaje de reclamos fuera elevado.

Las cifras de crecimiento de la economía, que para este año va a estar por debajo del 5% no dan para financiar tantos programas de asistencia social, y esto sin sumarle todavía un eventual costo de fin de conflicto con las Farc y el Eln.

Crear programas es fácil, lo difícil es que sean sostenibles en el tiempo. El gobierno Santos debe ser responsable para no comprometer recursos futuros en programas que el país no está en condiciones de pagar, y que implican un enorme costo de oportunidad. No se deben despilfarrar los recursos de la nación en inversiones improductivas.

Entre otras cosas, la pregunta de fondo es cuál es la mejor forma de invertir los recursos de país, logrando a la vez las metas sociales de reducción de pobreza y desigualdad social. De hecho, en su paso por Colombia, el ex alcalde de Nueva York, Guiliani puso el dedo en la llaga: empleo versus vivienda gratis.

Es mejor dar empleo a las personas para que cubran sus necesidades básicas, que los regalos oficiales para el mismo propósito. Si este debate es válido en las economías desarrolladas, lo es aun mucho más válido en las económicas en vía de desarrollo que como Colombia, no tienen excedentes de recursos.

El asistencialismo gubernamental en Colombia no es nada distinto a distribución de nuestra pobreza a los más pobres. Un camino no recomendable. ¿Cuáles son los programas sociales que realmente puede financiar Colombia dado el tamaño de nuestra economía?

Con una proporción de pobreza tan grande como la que tenemos en Colombia, la mejor forma de cumplir con las metas de justicia social, es crear las condiciones de crecimiento económico y dinamizar la economía para que por medio de la pequeña y mediana empresa se generen suficientes empleos de calidad para que los colombianos no necesiten asistencia social.

El asistencialismo estatal ha sido el causante de que hoy muchas economías desarrolladas estén en crisis económica; entonces ¿porqué nuestro presidente está empeñado en llevarnos por el mismo camino? La Tercera Vía que Santos propone, puede terminar siendo la vía del despeñadero, más allá de las apariencias, de los aplausos mediáticos y de los espejismos estadísticos.

¿Por qué prolongar la pobreza con asistencialismo cuando podemos salir de ella creando empleo e invirtiendo en crecimiento? La mayoría de los colombianos no quiere que papá gobierno le regale nada; lo único que quiere y necesita es un trabajo digno que le permita vivir dignamente.

Nuestra pobreza no se resuelve optando por vías, así sea la Tercera. La solución a nuestra pobreza es sencilla: un tejido empresarial pujante, vibrante, competitivo y creciente. En pocas palabras, la solución es la pequeña y la mediana empresa. Usted lo sabe presidente, ¿entonces?