Cuando se produjo el encuentro del Viejo y del Nuevo mundo, los españoles de la época nos dejaron espejitos a cambio del oro. Siglos han pasado y pareciera que no nos hemos tomado el trabajo siquiera de mirarnos en los espejos ancestrales, para no repetir la historia.
El argumento de peso es que los países que más se han desarrollado, lo han hecho gracias a los muchos acuerdos comerciales que firmaron. Creo yo que lo que le haya funcionado a otros países, no necesariamente le va a funcionar a Colombia.
Como nos descuidemos, vamos a terminar nuevamente regalando el oro a cambio de espejos. ¿Qué es lo que le vamos a vender a tantos países? ¿Estaremos creando con nuestra ingenuidad, una situación parecida a la que inspiró a Raúl Prebisch a tratar de substituir todas las importaciones?
Lo cierto es que el tamaño del mercado interno colombiano, no da para pensar en hacer inversiones encaminadas a crear economías de escala; lo único que podría justificarlas es una orientación fundamental a exportar para aprovechar los TLCs. Por ejemplo, que un país que no tuviera acuerdo comercial con los Estados Unidos montara operaciones en Colombia.
Si esto se materializara, entonces Colombia podría recibir inversiones directas extranjeras importantes. El problema es que hoy casi todos los países tienen acuerdos comerciales con el resto del mundo, así que ¿cuál sería la razón de fondo para preferir a Colombia? No me queda claro.
Por otro lado, la mera existencia de acuerdos comerciales, per se, no hace atractivo a un país. Lo que realmente lo hace atractivo es la abundancia de mano de obra calificada de gran productividad, y nosotros en esto estamos lejos de países comparables.
Basados en la teoría de David Ricardo de las ventajas comparativas, se afirmaba, y esto aun es cierto, que el intercambio comercial puede ser mirado como una manera de producir bienes más baratos.
El ejemplo clásico es que si el país A produce café y trigo, pero está mejor dotado para la producción de café. Mientras que el país B es lo opuesto del A, entonces tiene lógica que el país A se especialice en café y el B en trigo, y que intercambien bienes.
El desajuste se produce, cuando los países más desarrollados intercambian bienes con muchísimo más valor agregado que los productos que reciben a cambio de los países menos desarrollados.
Este deterioro en los términos de intercambio comercial, como bien lo reconoció Prebisch, redunda en detrimento para los países productores de materias primas.
Argentina dejó de ser un país del primer mundo en la década de los treinta del siglo veinte como consecuencia del deterioro de los términos de intercambio comercial.
En concreto, Colombia le va a vender café, flores, petróleo y otros productos a Corea del Sur, Europa, Estados Unidos, probablemente China, Chile, México, y muchos otros, y ellos por su parte nos van a vender productos con mucho valor agregado que nos va a generar desajustes serios en nuestra economía.
La realidad apunta a que continuamente estamos perdiendo competitividad frente a países del vecindario, y a este paso, vamos a terminar importando todo porque no tendremos mucho que vender. El peligro latente es que Colombia se convierta en un país esencialmente importador. ¿Con qué vamos a pagar?
Lo primero es tener qué vender, que nos sirva; y después si salir a firmar acuerdos. No creo que sea lógico hacer lo opuesto, como lo estamos haciendo. Si se mira la historia económica, los países desarrollados antes de abrirse comercialmente a otros, trabajaron arduamente bajo las murallas proteccionistas para crear ventajas competitivas.
Colombia primero tiene que enfocarse en crear las condiciones que nos hagan competitivos: educación e infraestructura, entre otros. Los ministerios del ramo, deberían enfocarse primordialmente en desarrollo y no en comercio. No aguantamos un espejo más.