Calidad educativa y sindicalismo (6)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Payares González

Carlos Payares González

Columna: Pan y Vino

e-mail: carlospayaresgonzalez@hotmail.com



No existe una sola definición de calidad. El concepto ha ido evolucionando desde las sociedades artesanales hasta nuestro tiempo donde ha quedado reducida a la parametrización de competencias con una finalidad estrictamente laboral.

Sin embargo, la calidad educativa es mucho más que eso. Durkheim reconoce como función social de la educación la búsqueda permanente de un método para inducir a "aprender", a "pensar" para guiar a la persona a buscar la verdad por sí misma, y no sesgarla con una "verdad" construida; debe proporcionar al individuo una formación que le permita explorar, buscar, cuestionar y generar los conceptos que como individuo se siente impulsado a concebir o a examinar.

Una educación de calidad debe reconocer y cumplir los requerimientos de la sociedad global, además de considerar la pluralidad de aptitudes y desarrollar las inteligencias múltiples, lo cual depende de la capacidad y diversidad del proyecto educativo.

La educación es un proceso vital inacabado a partir del cual el individuo toma de la sociedad lo que a su parecer le permite realizarse como ser humano.

El primer actor formador en este proceso es la familia; de ella depende la socialización del individuo y la construcción inicial de los valores.

El segundo actor es la sociedad, que lleva al hombre a adquirir conocimientos, a reforzar y a desarrollar capacidades y destrezas en el ámbito del todo social. El tercer actor es el Estado, cuya función en el sistema educativo es guiar, regular, acreditar, evaluar con los demás actores sociales el proceso de formación, de modo que sirva al desarrollo íntegro del individuo y al interés colectivo.

El cuarto actor está conformado por el sector productivo y las organizaciones sociales; éstas deben ampliar las posibilidades de desarrollo e integrar a los individuos al proceso económico.

Ahora: ¿Por qué razón los docentes tienen que organizarse en sindicatos? La respuesta es sencilla: porque las condiciones de trabajo de los docentes no son adecuadas y la educación ha quedado en manos de una burocracia estatal que no representa a la comunidad educativa. El sistema de educación en Colombia es deprimente. Es atrasado en contenidos, formas y procesos. Es excluyente, desintegrado, e ineficiente. Y una de las razones es que no responde a las necesidades sociales e individuales, desconociendo a sus principales actores: los maestros, los estudiantes y las sociedades donde están insertas nuestras escuelas. Los salarios no reflejan la alta responsabilidad que la sociedad y el Estado demandan de los maestros.

Mucha parte de la infraestructura escolar es deplorable: escuelas sin baterías de servicios adecuadas y niños sentándose aún en el suelo para recibir las clases.

Sin embargo, la actividad gremial de los docentes no puede ni debe entrar en pugna con los fines misionales de la educación. Al igual que ocurre con la misión médica, no deben, ni pueden, por medio de su activismo reclamatorio vulnerar los derechos de la población de niños, niñas y jóvenes.

Los profesores no deben, ni pueden, poner por encima de la misión educativa sus fines organizacionales economicistas.

La organización gremial no puede pensarse como un ejercicio unilateral. La educación será siempre un problema colectivo, público, que pertenece a todos.

Es un ejercicio de ciudadanía el que la gente sea consultada sobre lo que debe ser, tanto el sistema educativo como el proceso educativo. De tal manera que la educación no es de los burócratas o de los gremios: es de todos. Sin negar con esto la alta corresponsabilidad proporcionada a profesores y a estudiantes.

Los niños, las niñas y los jóvenes estudiantes deben ser consultados sobre el presente y futuro de las instituciones educativas. ¿Acaso existe disposición y capacidad de consultar a los estudiantes en nuestras instituciones educativas? Por eso la misión de la educación es un referente obligante para todos, que no puede ser vulnerado con actuaciones discriminantes o evasivas. Si la educación va mal, somos responsables todos.

Tal como ocurre cuando la educación va bien. Eso de estar buscando responsabilidad o culpabilidad de la mala calidad de la educación en "terceras personas" (el Estado, incluso, la propia institución educativa) es una gambeta del papel que corresponde a cada estamento de la comunidad educativa.

A riesgo de que pueda ser "equivocado" por algunos de mis lectores, confieso que la calidad de la educación depende primariamente del papel de los docentes y secundariamente de los estudiantes. Lo demás es buscar fatuas excusas.