Barbarie

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com

Hija de la brutal perversidad anidada en almas de seres inicuos diseminados por distintos lugares del orbe. Para infortunio también los hay regados por el suelo patrio, camuflados unos, con escarapela, morral y armas en mano, sin que falte el que, con atuendo civil, de saco, corbata, finas prendas unas veces y, según la agenda cotidiana, si el plan tiene el propósito de lanzar arenga demagógica, va resguardado con chaleco antibalas y gorra, descargando ráfagas de dicterios odiosos que destruyen cualquier intento de aproximación a las anheladas cohesión social y paz total. Metralla retórica disparada desde conspicuo balcón de casa oficial unas veces y en frecuentes oportunidades desde cualquier tinglado dotado de micrófono, de parafernalia y áulicos transportados para hacer tumulto y conformar el coro de los aduladores que aplaude frenéticamente las incoherencias del sandio alucinado que en perorata insulsa enarbola bandera de grupo guerrillero extinto.

El cambio regenerador prometido por un vociferante seudo caudillo no se ve; ni se vislumbra que por la vía de la ideología que lo propuso se pueda dar. Lo que sí se palpa es la atroz barbarie desatada. La desolación, el desplazamiento, el pánico, los heridos, los muertos, el vórtice trágico y la ruina causada por los feroces, cruentos enfrentamientos entre bandas armadas en vastos territorios de Colombia. Lucha encarnizada que no tiene origen en motivos políticos -que de ninguna manera justificaría ni explicaría la inhumana refriega- sino en la disputa de áreas cultivadas de hoja de coca y corredor propició para la exportación de drogas alucinógenas. Las sustancias psicotrópicas que flagelan a la sociedad contemporánea. Que en hectáreas sembradas de coca y en producción de cocaína posicionan al país en liderazgo lacerante. Así lo indican las estadísticas: alrededor de 300.000 hectáreas con sembradíos de coca y exponencial cantidad de kilos del fatídico alcaloide. Solamente en la fértil zona del Catatumbo, según divulgación de medios noticiosos hay casi 50.000 hectáreas dedicadas al sembrado de hoja de coca, y una producción de cocaína cercana a 200.000 kilos. Esa exorbitante fábrica con enorme capacidad de generación de fortuna monetaria es la que, a "sangre y fuego", se pelean los actores armados ilegales. No hay en ellos mística ideológica que los impulse a la inmolación fratricida. No pretenden reivindicación en favor de un conglomerado sumido en la ignorancia, en precariedad severa y abatido por situación de pobreza extrema; lo que pelean a dentelladas y plomo es el predominio del gran botín territorial cocalero.

Únicamente la codicia, el pecado capital, el morbo voraz que deifica el dinero, que impulsa a tantos a conseguirlo como sea, el virus que carcome el espíritu, ese síndrome que "...roe el pecho de los viles", en verso de Guillermo Valencia, en su inmortal soneto Anarcos, mueve a los violentos contrincantes. No se exponen ellos a ofrendar la vida por una causa altruista. No son cruzados dispuestos a morir en aras de la patria. Ni guardianes de la democracia. Ni corifeos de Derecho, ni de justicia, ni de libertad. Son gentes huérfanas de principios. Ignaros, no conocen valores. Y, como diría Perogrullo, si no los conocen, no pueden practicarlos.

La crisis humanitaria que asola al Catatumbo es el espejo en el que se puede percibir la tragedia que viven habitantes de otras -muchas- comarcas de Colombia, por el mismo absurdo prurito: la conquista del emporio cocalero. Tragedia derivada del incremento del narcotráfico que, como es suficientemente sabido, alimenta a los grupos subversivos de toda laya, multiplicados y fortalecidos al amparo de erróneas tácticas aplicadas en los sucesivos y fallidos procesos en procura de una paz, infinitamente anhelada, pero elusiva, no lograda. Y que jamás se obtendrá mientras gobiernos conniventes y Estado débil, desinstitucionalizado, se hinquen sumisamente ante la subversión.  

Más Noticias de esta sección