La disciplina positiva y la crisis de autoridad

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Antonio Bozzi Bustillo

Antonio Bozzi Bustillo

Columna: Blosgs

e-mail: Antonio.bozzi@gmail.com 

Hoy en día, al parecer sin ninguna objeción la disciplina positiva se ha convertido en el estandarte de muchos padres y educadores que buscan criar jóvenes emocionalmente inteligentes y respetuosos. A través de un enfoque basado en el respeto mutuo y la solución de problemas, esta corriente propone que los niños aprendan a tomar decisiones responsables sin recurrir al castigo. Sin embargo, este modelo también presenta ciertos desafíos que, en muchos casos, están debilitando la formación de carácter en los jóvenes y creando un vacío en la autoridad parental.

Si bien es cierto que la autoridad basada en el miedo o el castigo severo puede generar resentimiento o inseguridad, la disciplina positiva corre el riesgo de inclinarse hacia el otro extremo: la permisividad. Al evitar la aplicación de consecuencias claras y firmes, que por mucho leer a sus propulsores y doctrina no se encuentran por ninguna parte, muchos padres están criando niños que confunden el respeto con la indulgencia, y la libertad con la falta de responsabilidad. La generación actual, acostumbrada a la negociación constante y a la resolución consensuada de problemas, a veces carece de la capacidad para lidiar con la frustración, un elemento clave en la formación de la resiliencia.


Desde el inicio de la vida, los límites son necesarios. Un niño que no sabe que hay reglas o consecuencias claras para sus actos crece en un entorno sin una estructura definida. ¿Cómo podemos esperar que desarrollen la disciplina personal si nunca se les ha exigido cumplir con estándares o afrontar las repercusiones de sus errores? La disciplina positiva, en su afán por evitar el castigo, muchas veces convierte a los padres en compañeros de diálogo y a los niños en quienes tienen la última palabra, debilitando el sentido de autoridad.

No existe una clara referencia en los textos de Nelsen, Alder o Dreikurs sobre las consecuencias que pueden generar los actos de los menores, y en ocasiones se busca negociar con niños que aún no han desarrollado tan siquiera la capacidad del habla, temas complejos como decisiones de horarios y alimentación.

En los últimos años, se ha observado un fenómeno alarmante en las aulas y hogares: jóvenes que no solo carecen de respeto hacia sus padres o maestros, sino que, al mismo tiempo, muestran una baja tolerancia a la frustración y una incapacidad para enfrentar la adversidad. Esto podría ser un subproducto de una crianza que ha desdibujado los límites claros en nombre de la empatía y la comprensión.

Es importante señalar que la disciplina positiva no es inherentemente mala. Al contrario, su énfasis en la empatía, el respeto y la resolución de conflictos es esencial para la formación de individuos emocionalmente saludables. Sin embargo, el problema radica en cómo se está implementando. Muchos padres malinterpretan este enfoque como una renuncia a la autoridad, sobre todo los que siguen a cabalidad la propuesta de este método, ya que claramente lo promueve, lo que lleva a una falta de consecuencias ante comportamientos inadecuados. El resultado es una generación que, a pesar de estar más empoderada en términos de su autopercepción, carece de las habilidades necesarias para enfrentar un mundo donde las reglas y las consecuencias son reales y permanentes.

En este sentido, la disciplina positiva debe ser vista como una herramienta que se utiliza en conjunto con límites claros y consecuencias efectivas. Respetar a los niños no significa dejar de corregirlos o imponerles consecuencias cuando es necesario. Educar en libertad no debe confundirse con el libertinaje. Los jóvenes necesitan saber que sus acciones tienen repercusiones, tanto positivas como negativas, y que es a través de este proceso de aprendizaje que se formarán como adultos responsables y conscientes de sus deberes hacia la sociedad.

Algunos defensores de la disciplina positiva argumentan que el castigo rompe el vínculo de confianza entre padres e hijos, pero este enfoque no debería implicar la eliminación completa de las consecuencias. En su lugar, deberíamos encontrar un equilibrio: una disciplina que enseñe responsabilidad y autocontrol, sin perder de vista la importancia de la empatía y el respeto mutuo.

Lo más impresionante de esta corriente es lo rápido que entró en todas las esferas de la educación, prácticamente sin oposición, y sin una doctrina clara, sin docentes ni directivos educados o expertos en el tema, y con un volumen impresionante de seguidores que ni ellos mismos conocen a profundidad la propuesta de este método.

En conclusión, la disciplina positiva tiene un lugar importante en la crianza moderna, pero no debe aplicarse de forma aislada o mal entendida. Necesitamos una educación que, además de formar a individuos emocionalmente conscientes, también los prepare para enfrentar las adversidades de la vida con carácter, responsabilidad y disciplina. Solo entonces estaremos criando a una generación verdaderamente preparada para el mundo que les espera.

Más Noticias de esta sección