El considerado padre de la Filosofía moderna, Emmanuel Kant, y uno de los filósofos más influyentes del Iluminismo de Occidente, afirmó, que, si incluso Dios no existiera, el hombre debería vivir como si existiera. Reconocía la importancia de que la vida del hombre fuera guiada por la razón y el deber ser.
Como gran pensador que fue, entendió que la paz en la humanidad sólo es posible cuando el hombre vive conforme al deber ser, conforme a la virtud porque al final del día, la paz es la tranquilidad del orden. Es decir, cada cosa en su puesto conforme a los dictados de la recta razón.
La recta razón, en mi entender, es la presencia de Dios en los seres humanos. Los católicos creemos que la felicidad y la armonía individual y colectiva sólo son posibles cuando hay perfecta obediencia a la voluntad Divina. El único mandato que realmente cuenta es amar a Dios sobre todas las cosas. Los males del hombre comienzan cuando el hombre se separa de Dios y lo desobedece y vive según los dictámenes de la carne y del mundo. El Amor a Dios se fundamenta en la recta razón mientras que el amor a sí mismo se fundamenta en los apetitos y necesidades corporales. La tragedia moderna es fruto del triunfo de la carne sobre la razón.
Contrario a lo que muchos creen, el amor, sobre todo el amor a Dios, puede ser dolorosísimo e implicar enormes sacrificios. El amor verdadero solo es posible cuando hay negación de nosotros mismos. La confianza plena e inamovible en el Amor perfecto del Padre y el deseo de obedecer fueron suficientes para que Jesús Cristo se subiera al madero. ¿O es que alguien cree que Él quería ser torturado y crucificado?
Todo esto nos trae al aquí y ahora porque la crisis de la humanidad tiene su origen en la secularización del mundo donde ni Dios ni el verdadero amor ni la virtud tienen cabida; se está intentando sacar a Dios de la historia humana y entronizar al hombre como amo de la creación. El modernismo y el progresismo consisten en un humanitarismo absoluto de la mano de la ciencia y la tecnología. El hombre moderno cree que es posible prescindir de la virtud y del amor valiéndose de la ciencia y la tecnología.
El mal existe, y si se es creyente el Maligno también. No todo el mal viene del Maligno; la mayoría es causado por el hombre. Ciertamente el Maligno se vale de nuestras debilidades para crear más mal; nos persuade y nos seduce, como, por ejemplo, con ideologías anticristianas. En un mundo gobernado por los apetitos humanos necesariamente impera el caos y el desorden y por esto no hay paz. La esperanza de vida eterna es enemiga de la cultura de muerte de hoy. La virtud derrotada por el deseo origina que gobierne el egoísmo; no es coincidencia que entre más se aparta el hombre de Dios peor está la humanidad y el planeta.
Las diversas crisis y angustias que hoy vive la humanidad no serán solucionadas ni por la ciencia ni por la tecnología sino por un volverse a Dios y a la virtud, o bien como realidad o como idea vinculante tal cual lo sugirió Kant. El hombre no creyente y el creyente están llamados a vivir conforme a la recta razón y a la virtud. Además, el hombre creyente está llamado a abrazar el camino espiritual y caminar el camino que nos mostró nuestro Señor en la Cruz. Los creyentes, y hago un llamado especialmente a los católicos porque tenemos el Camino cierto, estamos llamados a la verdadera conversión y a buscar la unión con Dios.
Solo el hombre virtuoso, solo el hombre que ora, puede salvarnos de nosotros mismos. Ayer como hoy, la única revolución que realmente salva es la del Amor.