La advertencia del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, de una posible alza en las tasas de interés, por la sorpresiva disparada de la inflación en los Estados Unidos (3,2%), puso nerviosos a los miembros de la Junta Directiva del Banco de la República. Cuando a la economía de los Estados Unidos le da resfriado, a la nuestra le da neumonía.
De hecho, desde el viernes pasado el dólar viene con tendencia al alza acercándose nuevamente al techo de los $4.000, lo cual dispara el costo de la deuda externa (USD 196.360 millones al cierre de 2023) y el costo de vida de los colombianos. Al cierre del año 2023, las compras al exterior en productos de alto impacto en la inflación, como son la gasolina, alimentos, materias primas y medicinas, entre otros sumaron USD 62.796 millones. Para colmo de males, el fenómeno de El Niño -que estaba más que anunciado-, tiene a los sectores productivos trabajando a media marcha; el precio del Diesel, encareció el transporte de carga terrestre que moviliza más de 135 millones de toneladas de mercancías anuales (90% del total de la carga del país) y para rematar, la ejecución del presupuesto de inversión pública va a pasos de tortuga.
Sin duda alguna, esta tormenta que se está formando alrededor de nuestra economía, tendrá un impacto negativo en el IPC y la inflación, en los próximos trimestres del año, trayendo como consecuencia un alza en las tasas de interés y por consiguiente una caída en la inversión y el crédito de consumo. Los sectores de la industria, construcción, comercio, vehículos y finca raíz, seguirán en sala de urgencias. Cuando la inflación y la tasa de interés, aumentan más rápido que los ingresos de las empresas o los salarios de las personas, hay que recogerse. El fantasma de la recesión puede aparecer nuevamente, pues, el gobierno y el Congreso de la República, andan más concentrados en las reformas a la salud, pensional y laboral, que en la salud de la economía del país.
Lamentablemente, en Palacio de Nariño, no escuchan a nadie. Hace un año, advertí en este espacio la desacertada decisión de gravar en la reforma tributaria a la gente que trabaja para darle dinero a la gente que no trabaja. Asfixiaron a las empresas que jalonan la economía y ahora están en shock porque hubo una contracción del recaudo en términos reales, se les disparó el desempleo y se desapareció la fuerza laboral. Tampoco lograron reducir el déficit fiscal esperado del 4,2% en el 2023, y para este año terminaron aumentándolo al 5,3%. En Colombia, el problema no es la baja imposición, sino la informalidad, la corrupción, el derroche de dineros públicos, la pobreza y el desempleo. No pueden equilibrar el presupuesto sin tener en cuenta estos problemas. Ningún país ha sido próspero con este modelo de economía.
Colombia necesita crecer y tener más gente trabajando en compañías que no sientan que el Gobierno les está confiscando gran parte de sus ingresos con subidas fiscales. Las buenas economías existen donde el Estado brinda las mejores condiciones fiscales, laborales y de estabilidad jurídica.