Es procedente analizar lo sucedido en el paro armado de hace algunos días porque creo que como sociedad no respondimos adecuadamente y porque debemos prepararnos para futuras ocurrencias.
Al igual que muchos colombianos, me sorprendió que el grupo criminal conocido como ‘Los Urabeños’ ocasionaran un paro en cinco departamentos de Colombia.
Sin embargo, no comparto la actitud de muchos colombianos, incluido nuestro Petit Caporal del Ubérrimo, que en vez de ser voces de sensatez y actuar con cabeza fría, colocaron sus odios, o sus miedos, al servicio de la causa de los delincuentes.
Lo prudente en este tipo de situaciones, es primero, que la sociedad no se deje intimidar, y segundo, que en vez de culpar y atacar al Gobierno, lo rodeen sin reparos.
Colombia lleva más de medio siglo peleando guerras asimétricas contra la guerrilla y contra grupos armados ilegales de distintas procedencias. Ya deberíamos saber, que este tipo de guerras son guerras sicológicas y de nervios, en las que un pequeño grupo valiéndose de actos de terrorismo físicos o sicológicos amedrenta a toda una población.
Y logran amedrentar porque la sociedad se deja intimidar y porque logran fraccionarla. La reacción lógica es hacer lo contrario a lo que ellos pretenden.
Los consejos de nuestro Petit Caporal no solo son improcedentes sino poco efectivos, como bien lo han dicho varios expertos en el tema.
Debemos saber los colombianos, que el miedo nos hace ver al enemigo mucho más grande de lo que en realidad es, y por tanto les atribuimos capacidad de hacer daño que en realidad no tiene. También debemos saber que estos grupos serán derrotados tarde o temprano.
Vencer al enemigo en una guerra asimétrica toma tiempo porque los métodos de tierra arrasada no funcionan. Hay que estrangularlos lentamente, con inteligencia, infiltraciones y sofocándolos financieramente, entre otras acciones, y esto toma tiempo.
Distintos grupos a través del tiempo han recurrido a la guerra asimétrica y al terrorismo para poner en jaque a una nación. Piénsese en el grupo conocido como los Asesinos en el siglo once, que siendo solo un puñado de hombres, por medio de asesinatos selectivos de alto perfil logró ganar un poder inmenso en lo que hoy se conoce como Irán.
O en la Rusia Zarista, el grupo conocido como NarodnayaVolia, los inventores del terrorismo moderno, que logró asesinar al Zar Alejandro II en un atentado con bombas.
No debemos los colombianos esperar que la banda criminal de ‘Los Urabeños’ sea desmantelada rápidamente. Sus métodos operativos dificultan las acciones frontales y rápidamente efectivas.
Este es el momento de unirnos todos alrededor de nuestro gobierno y de nuestras autoridades, y cooperar con ellas en todo. No cedamos ni al miedo ni a la intimidación porque le hacemos el juego a los terroristas.
Tampoco nos dejemos contagiar de la histeria de algunos medios, o de personajes públicos como Uribe. No les cojamos la caña tan rápidamente. Metámosle cabeza fría al asunto, ya que en las guerras asimétricas generalmente al fuego no se responde con fuego sino con agua.
Los bombardeos pedidos por Uribe no tienen sentido militarmente hablando pero sí políticamente, ya que obedecen a su deseo de dañarle el caminao a Santos, y la intención de hacerlo ver como el presidente que le devolvió el país a los criminales.
Ojo señor Uribe, que cada trino venenoso que lanza, va matando el mito que se creó alrededor de su persona, y la gente está comenzando a conocerlo como realmente es. Aunque no es santo de mi devoción, le doy un consejo bien intencionado que parece sus asesores no han querido darle: abandone el proceso autodestructivo en el que está empeñado, y guarde prudente silencio.
Como sociedad, la única respuesta que merecen los actos intimidatorios de ‘Los Urabeños’ es: una sola Colombia unida contra todos los criminales.
¡Rebelémonos!¡No más intimidación! ¡Por una Colombia libre de criminales