Adicciones en adultos mayores

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



El problema pasa desapercibido. Entre los adultos mayores existen algunas adicciones que, en la penumbra, afectan a muchos de ellos y que, con frecuencia, son entendidas de manera equivocada. Hay circunstancias que conducen a esas personas a dependencias físicas o emocionales, casi siempre relacionadas con necesidades afectivas. Agreguemos ahora los deterioros propios de la edad y algunas patologías neurológicas crónicas concomitantes. Mientras los más jóvenes caen principalmente en psicoactivos ilegales (marihuana o cocaína, por ejemplo), los adultos menores de 65 años abusan de adictivos permitidos como el tabaco o el alcohol. Los adultos mayores caen o siguen en el alcohol, hipnosedantes y otras sustancias similares que posteriormente los conducen a los antidepresivos y otros fármacos, generando cocteles potencialmente mortíferos.

¿Por qué los mayores caen en adicciones? Muchos de ellos arrastran el abuso crónico del tabaco, alcohol o drogas recreativas desde edades tempranas, además de la medicación con fármacos psicoactivos como analgésicos opiáceos o hipnóticos y sedantes. Durante el envejecimiento pueden aparecer otras dependencias no necesariamente farmacológicas; los principales detonantes se deben a la pérdida de seres queridos, especialmente la pareja, amigos o familiares cercanos, la jubilación, el aislamiento social o enfermedades neurológicas. Los cambios fisiológicos seniles conllevan una respuesta farmacológica más intensa en ellos; la disminución de la función hepática enlentece el metabolismo y el sistema nervioso puede ser más sensible a determinados fármacos. Otras situaciones contribuyen a incrementar los riesgos de psicoactivos en los adultos; artropatías degenerativas, pérdida de masa muscular y de líquidos, osteoporosis y, consecuentemente, propensión a fracturas. Además, el consumo de cocaína durante la juventud genera daños cerebrales que se reflejan en la tercera edad; algunos estudios sugieren que el daño sobre el lóbulo temporal del cerebro es mucho mayor en ellos si se compara con grupos similares de pacientes que nunca consumieron cocaína. El lóbulo temporal se encarga del lenguaje y su comprensión, procesa los recuerdos y los relaciona con sentidos como el gusto, oído, vista y tacto. También contribuye al equilibrio, y regula ciertas emociones como la ansiedad, el placer y la ira. Casi nada…

Desde hace 2 décadas se observa un ligero incremento de adultos mayores adictos. Quizás eran dependientes al entrar a la tercera edad, o personas con circunstancias traumáticas que los llevaron al consumo de psicoactivos o a dependencias no farmacológicas; en ellos se pueden agudizar procesos crónicos de salud tanto físicos como mentales, acortando su vida o limitando rápidamente su autonomía personal. Y desenganchar a un adulto de alguna adicción es quizás más complicado que en una persona joven, debido al mayor tiempo de dependencia a determinados fármacos o situaciones que su organismo requiere. Alcohol y tabaco, principales fuentes de adicción, por lo regular han causado enfermedades como cirrosis, daño cerebral, patologías pulmonares, degenerativas o metabólicas, además del deterioro familiar, pobreza monetaria y un sinfín de situaciones personales, familiares y sociales.

Los efectos más lesivos que se observan en adultos mayores usuarios de psicofármacos se relacionan con la creciente tolerancia de su organismo a las sustancias adictivas, por lo cual requieren dosis crecientes de tales fármacos para lograr el mismo efecto; al final, la dependencia puede causarles la muerte directamente. Mientras tanto, la somnolencia o la confusión mental son manifestaciones peligrosas per se; ocasionalmente, una depresión respiratoria profunda es causa de mortalidad. La reducción de la capacidad de reacción y la falta de coordinación motora pueden afectar el equilibrio y causar accidentes con fracturas complicadas. Por último, la alteración de las capacidades cognitivas y el riesgo de demencia están latentes, en especial, la pérdida de la memoria.

Ante todo, se debe identificar una posible adicción. El enfermo requiere alejarse de las causas desencadenantes, así como un debido manejo farmacológico y terapéutico. La reciente pandemia agravó la situación de estas personas; muchos estuvieron aislados, con el temor de morir y en contacto con alcohol, sedantes y otros adictivos. El apoyo familiar y social es sustancial; desde luego, la difícil tarea de reducir la necesidad de los detonantes.



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