No caer en la trampa del cuento chino

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



A Lenin se le atribuye el concepto de imperialismo, que reza que, para sobrevivir y evitar la llegada del socialismo, el capitalismo tiene que crear nuevos mercados para vender sus bienes y servicios.  La Ruta de la Seda, que ya cumple diez años, es una aplicación de esta idea.

La inserción de China en el comercio mundial en los años noventa del siglo pasado permitió que China se convirtiera en la fábrica del mundo, y para llegar a serlo tuvo que invertir en infraestructura, tecnología, entre otras cosas.  Ya un mercado más maduro, China queda con una inmensa capacidad instalada que se convierte en una trampa mortal.  Tiene que desarrollar mercados para vender sus productos y además tiene que vender todo el acero que produce y el conocimiento que tiene en puertos y ferrovías o queda con una capacidad ociosa.  La solución es la Ruta de la Seda que no es otra cosa que construir puertos y ferrovías para poder vender sus productos. 

Además, es una iniciativa para apropiarse de los materiales raros necesarios para la transición energética.  El foco ha sido en naciones con recursos naturales abundantes y materiales raros y naciones con población numerosa y joven.  Por esto no es casualidad que le hayan apuntado al África principalmente.

Y de la mano de la economía, va la geopolítica que pretende crear un bloque de contrapeso a Occidente, proponiendo un modelo alternativo de desarrollo y gobierno.  Algunos lo llaman capitalismo autocrático.  No es claro que China tenga aspiraciones globales como la entendemos en Occidente, pero es claro que quiere ser ama y señora de Asia-Pacifico.

A diez años de la Ruta de la Seda, los resultados han sido mixtos.  Muchas de las obras no tuvieron el resultado esperado, o llevaron a un endeudamiento tan alto, que muchos países beneficiados cayeron en mora.  Hoy, China negocia términos de pagos con muchos de estos países.  La trampa del endeudamiento: prestan sabiendo que no podrán pagar.

Los hechos recientes, que comenzaron con el Covid, produjeron en Occidente un cambio de percepción con respecto a China y sus reales intenciones; esto ha llevado a un enorme desplazamiento de capital y rediseño de la cadena de aprovisionamiento para proteger sectores estratégicos.  La primera ministra italiana recientemente viajó a China a decirles que la Ruta de la Seda no va en Italia.  En África, países se han rebelado contra el intento de China de colonizarlos culturalmente y han rechazado los programas de televisión y demás, esos mismos que Petro va a traer a Colombia.  El modelo alternativo cultural no ha calado bien.

Entendiendo a grandes brochazos lo que sucede en China, es claro que Petro fue a China a pedirles ser parte de la Ruta de la Seda.  Sin embargo, el juego de Petro es peligroso porque obedece a posturas ideológicas y odio ancestral por los Estados Unidos y no a una decisión estratégica, cuidadosamente ponderada que consulta los intereses del país.  El objetivo de Petro es hacerle juego a China, Rusia, Brasil, Irán y otros para cambiar el balance geopolítico.  No tiene en cuenta que Estados Unidos ha sido el socio y motor del desarrollo de Colombia por más de un siglo; de hecho, el motor del desarrollo de la misma China y de Europa después de la segunda posguerra. A Petro se le puede voltear el juego en cualquier momento.  Mientras Petro destila odio, el gobernador de California también visita China y le han dado un tratamiento que ya hubiera querido Petro.  El mundo de Guerra Fría en que vive Petro no existe, y hoy las naciones colaboran y compiten según intereses estratégicos. 

Alinearse con China sería un error enorme para Colombia. La relación debe ser transaccional y a conveniencia mutua y no como la plantea Petro.  China es un socio indeseable.



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