Navidad

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Francisco Galvis Ramos

Francisco Galvis Ramos

Columna: Contrapunto

e-mail: contrapunto@une.net.co



Hay tres etapas en la vida en las que, en mi sentir, vivimos plenamente la Navidad: cuando estamos niños y mientras los hijos y los nietos viven la edad cándida. Cuando niños, maravillados aún no avizoramos la verdad de aquella bella fantasía. Con los hijos y los nietos recreamos la alucinación de la inocencia perdida.

El pesebre, la novena, los villancicos, también la natilla, los buñuelos, después el ariquipe, las hojuelas, los dulces de brevas, de naranjas, viandas preparadas generosamente que se solían compartir con la parentela y los amistades más próximas y todo era correspondido para formar un festival de manjares de diversas texturas y sabores, rematando el veinticuatro de diciembre con mucho de aquello y morcilla, chicharrones, tamales y arepas.

A unos, a dormir temprano mandaban para que el niño Dios llegara con los anhelados aguinaldos, mientras que otros de improviso encontraban los suyos al pié del pesebre y sorprendidos preguntaban a qué horas Aquel había bajado del cielo con los generosos presentes que en poco o nada distaban de la lista de pedidos.

La infancia edad gloriosa, los diciembres instantes impresionantes que retornan en los hijos y en los nietos. Es volver sobre los pasos por unos días cada año para sabernos otra vez niños y elevar plegarias agradecidas al Altísimo por la oportunidad de haberlo sido y tener ante nuestros ojos la renovada vivencia. Eso es la vida, que no se fuga y revive, al paso que los años pasan.

Por duros e infelices que seamos, la Navidad nos inunda de la ternura, de la felicidad y de la generosidad tan esquivas en el diario acontecer y como que nos invitara a detener el correr inexorable del tiempo para deleitarnos en la remembranza de la vida grata, sin que otra vez haya fugas inútiles de nuestras estremecidas almas, y vivir para siempre en el amor a nosotros mismo, a nuestros prójimos y a Dios cualquiera sea, porque estos tres amores congregados son el verdadero amor, el que merecemos y el que debemos ofrendar incesantemente.

Que en esta Epifanía no haya un solo asomo de violencia en las familias y que quienes estén alejados en el amor filial o fraterno debidos, se reconcilien, sabiendo como sabemos que los días podrán ser muchos todavía, pero la vida es en todo caso corta. Así entonces que ¡Feliz Nochebuena para todos!

Tiro al aire: generoso niño Jesús y redentor nuestro ejerce pleno dominio sobre nuestros inquietos espíritus, para que alejando de ellos toda sombra de vanidad, odio, mezquindad, sectarismo o prepotencia, podamos ser mejores personas y gratos a tus ojos.