“Ulises”, de James Joyce es más que un ‘tweet’

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



La ignorancia es atrevida, dice el refrán. ¿Quién puede estar en desacuerdo con esa afirmación irrefutable? Al fin y al cabo, todos somos ignorantes en algunas o en muchas facetas del conocimiento. Esa condición se convierte en un atenuante cuando emitimos conceptos equivocados. Nos sirve de excusa.

Pero quien se desempeña en una actividad determinada y además es experto en dicha disciplina, no puede aparecer como simple ignorante de cosas que realmente conoce no solo en teoría sino en la práctica.

Es el caso del escritor brasileño Paulo Coelho (1947 - ), quien al referirse a la obra “Ulises” del irlandés James Joyce, opina que es solo un ‘tweet’ ampliado. Bastante atrevida la afirmación, sobre todo si se tiene en cuenta que esta novela prácticamente introduce la técnica del monólogo interior en la narrativa universal y es considerada la más importante escrita en el siglo XX.

James Joyce (1882-1941), a manera de experimento, estructuró su “Ulises” de forma tal que sus personajes se desarrollan a través de la exposición de sus propios pensamientos. En la obra no encontramos un narrador que, frente a cada personaje nos explique lo que estos han de hacer o están haciendo. Tampoco son narradores testigo, que certifican los hechos por estar en la escena o por recibir testimonio como interlocutores de los principales. Mucho menos hallamos en “Ulises” al narrador omnisciente, conocedor privilegiado de todos los hechos, como si fuese un dios que todo lo ve. Joyce no se vale de estos recursos, tradicionales en cuentos y novelas anteriores a su osado monólogo interior, esa ‘corriente de la conciencia’ que permite narrar sin ataduras a las normas de la sintaxis, obedeciendo solo a la manera como los pensamientos van llegando a la mente de quien habla.

Cuando Sigmund Freud (1856-1939) dio a conocer sus experiencias y puso en práctica el psicoanálisis, los autores literarios comprendieron que se les había abierto un vasto campo para el desarrollo de sus obras. En efecto, la novela psicológica se apoderó de la escena y la narrativa encontró el camino que desde hacía tiempo estaba buscando. Sin esa herramienta jamás hubiésemos leído “La metamorfosis” de Kafka (1883-1924) ni las obras de Virginia Woolf (1882-1941); tampoco “Santuario” de William Faulkner (1897-1962), “El túnel” de Ernesto Sábato (1911-2011) y otras destacadas de la literatura universal. Sin el monólogo interior nos habríamos privado de “El otoño del patriarca” y de muchísimas joyas de la literatura moderna.

Todo lo anteriormente dicho nos lleva a discrepar de la opinión de Paulo Coelho sobre “Ulises” y su autor, sobre todo cuando el famoso escritor afirma: “Uno de los libros que más daño le ha hecho a la humanidad es ‘Ulises’. Es puro estilo. No hay más nada ahí. Si disecas ‘Ulises’ verás que es solo un tweet”.

A manera de conclusión, y teniendo en cuenta que Paulo Coelho es una autoridad en literatura y por lo tanto no puede cobijarse bajo el rótulo de ignorante en la materia, tendremos que pensar en la mala fe del ilustre autor de “El alquimista” y de otras destacadas obras literarias. Parece ser un caso de celo literario, esta vez contra un escritor fallecido hace más de ochenta años, pero cuya importancia permanece vigente por ser un innovador del lenguaje universal. El celo literario existe: Miguel Ángel Asturias, con el fin de rebajar los méritos de “Cien años de soledad” afirmó una vez que la novela de García Márquez no era sino un mero plagio de “En busca de lo absoluto” de Honorato de Balzac (1799-1850). Sin embargo, la obra del novelista francés podría ser, si acaso, un capítulo del texto del escritor de Aracataca.

     Volviendo al tema de Coelho, llama la atención que este escritor, en la cima del éxito editorial —más de 320 millones de ejemplares vendidos— se vaya lanza en ristre contra la obra de Joyce. Y lo más desconcertante es que no puede considerarse un caso de ignorancia, que a muchos insensatos nos vuelve atrevidos.