¡Se prendió el carnaval!

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Eimar Pérez Bolaños

Eimar Pérez Bolaños

Columna: Opinión

e-mail: eimar.perez@unad.edu.co


El colorido se tomó el ambiente caribe. Aunque pareciera que fuera una rumba sólo localizada en el norte del país, el eco de los tambores llega a todas partes. No en vano el Carnaval de Barranquilla es catalogado como la fiesta más grande de Colombia. 

La rumba se viraliza por doquier, las propagandas de eventos inundan las redes y en las calles se escuchan las voces de la alegría.

Todo tiene una preparación previa, en los parques se ven ensayos de comparsas, en otros lugares se ajustan los sonidos de los tambores. ¡¡Se prendió el carnaval!! 

La expectativa es grande, pues, luego de casi dos años de restricciones por la Pandemia y sus variantes, la “libertad” de ser y expresarse en lo humano junto al desarrollo de los eventos públicos vuelve a ser realidad.

En el 2020 la vida fluía y luego fuimos neutralizados por una Pandemia. Los sobrevivientes todavía estamos ávidos de volver a aquello que siempre ha sido la particularidad del caribe, aunque más conscientes de lo que significa la vida, pero también más recargados, quiero decir, más desinhibidos, lo cual tiene sus riesgos.

Pese a ello, la alegría y el jolgorio se minimizan, porque también se escuchan voces de preocupación. Todo debido a los gastos que implica la participación de una fiesta tan grande como el carnaval, dado a que tiene diferentes etapas. Pienso que esto limitará la participación del pueblo en varios eventos, pero cada quien priorizará sus responsabilidades. Por eso alguien me decía: ¡la gente busca la plata de donde sea! Considero que tiene razón, pero tiene costos altos que implicarán una recesión durante varios meses del año para muchas familias si deciden “gozársela en carnavales”.

El carnaval es simultáneo al regreso a clases, compra de útiles escolares, uniformes, pensiones y matrículas. Pero también implica algunas condiciones y compra de atuendos propios, el sombrero, la gorra, la bermuda, los “zapatos carnavaleros”, etc. Es decir, el carnaval como toda fiesta genera movimientos económicos inimaginables. Para poner un ejemplo, me imagino que, con la canción de Shakira, las camisas alusivas al “sal-pique” y a “facturar” no se harán esperar. Es que el carnaval es eso, expresión de un contexto que se toma como burla, jocosidad y aprovechamiento para liberarse de muchas cargas sociales, políticas y también económicas para un disfrute, así sea momentáneo. Además, la asistencia a los desfiles involucra alquilar una silla, comprar maizena, la espuma, las papitas, la cerveza, etc. 

De seguro, los costos del queso, el plátano y el aumento paulatino de la gasolina, también serán instrumento para las famosas letanías. ¡¡Se prendió el carnaval!! Es el eco de las voces por todos lados, incluso en otras ciudades y algunos países, dado a que “colonias barranquilleras” también arman simultáneamente su propio festín. La consigna es clara, ¡quien lo vive es quien lo goza! 

Espero que la fiesta fluya sin costos humanos, pues en muchas zonas de la región caribe la criminalidad y la delincuencia están desenfrenados y el uso de disfraces y máscaras ponen en riesgo a cualquiera. Ojalá que los costos y gastos sean sólo económicos, pues bajo la consigna de que “la vida es una sola” el disfrute caribeño será inevitable.