Forjen despostas tiranos

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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


Cuando consultamos en el diccionario de la Rae la palabra tirano, nos arroja “dicho de una persona, que obtiene contra derecho 

el gobierno de un Estado, especialmente si lo rige sin justicia y a medida de su voluntad”. Y, déspota,  “persona que gobierna sin sujeción a ley alguna; que trata con dureza a sus subordinados y abusa de su poder o autoridad”. Lo anterior quiere decir que la  tiranía es una forma de gobierno despótico, ejercido por una sola persona llamada tirano o caudillo, a través de la fuerza y la violencia, en lugar del respeto por las leyes.


Adicionalmente, para Tomás de Aquino, “el poder político pertenece al pueblo, quiere decir que entre el pueblo y el gobierno existe una íntima relación. En tanto que la comunidad, como conjunto de personas, no puede realizar el mando directamente ni menos ocuparse de todas las funciones políticas, elige democráticamente a quien se ocupará de su destino por un tiempo previamente establecido”.


Por eso, en el caso de un régimen injusto, con una sola cabeza, que busca solo su propio beneficio y no el bien de todos, se trataría de un tirano y se podría revocar ese poder. 


De igual modo, Jhon Locke considera que “la resistencia no actúa contra la integridad del cuerpo jurídico sino contra la autoridad ilegítima. El pueblo no es la semilla del desorden y por lo general prefiere evitar el peligro, por eso sólo se rebela cuando la tiranía es más que evidente. Tampoco se subleva contra ley porque no puede llamarse propiamente ley a los designios del tirano”.


También, Montesquieu afirmaba que “si no existe el régimen mejor, sí existe el peor, que es el del despotismo. Sólo en el despotismo, que es el régimen político gobernado por el temor y la corrupción, no existe posibilidad de expresión de los ciudadanos, y el déspota impone por el miedo sus normas”.


De manera similar, Nicolás Maquiavelo afirmó que “lo que hace tirano al tirano no es el empleo de la fuerza para conseguir el gobierno, sino la utilización prolongada de la crueldad contra súbditos para perpetuarse en el poder”. 


De modo semejante, Thomás Jefferson afirmó que “los gobiernos derivan sus justos poderes del consentimiento de sus gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se torna destructiva para estos fines, el pueblo tiene derecho a alterarla o abolirla, así como a instituir un nuevo gobierno”. 


Para Epifanio Mejía, autor de ese poema que entonan a todo pulmón niños y adultos antioqueños, afirmó que: “Forjen déspotas tiranos, largas y duras cadenas para el esclavo que humilde sus pies de rodillas besa. Yo que nací altivo y libre sobre una sierra antioqueña llevo el hierro entre las manos porque en el cuello me pesa”.


Ahora bien, cómo regímenes despóticos encontramos a Arabia Saudita, gobernado por una monarquía absoluta cuya ley es la sharia, que sigue férreamente los principios islámicos más radicales; a Corea del Norte, gobernado por una dinastía desde mediados del siglo XX de forma totalmente despótica. También a Nicaragua y Cuba. 


Siempre en torno al Gobierno de un déspota y tirano giran casos de ejecuciones, desapariciones, persecución de disidentes, opositores, de la prensa libre y otras prácticas totalitarias. El tirano tiene total libertad para hacer y deshacer según su criterio personal pues no hay control político ni oposición. 


Mientras tanto, contamos con el tirano, déspota y vecino Nicolas Maduro, que con sus acciones se apoderó de los poderes democráticos y tiene a su pueblo como nómada por todo el mundo. 


Para concluir, cómo no todo se vale en la economía internacional, tiene que ser contraproducente para una nación democrática y respetuosa de su constitución, negociar, tener vínculos económicos y tratos amables con déspotas pues esto sería aplaudir sus acciones tiránicas y forjar su permanencia en el poder.



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