En memoria del profesor Rafael A. Celedón Rodríguez

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alfonso Vives Campo

Alfonso Vives Campo

Columna: Opinión

e-mail: alfonsovivescampo@hotmail.com



En el día de hoy cumpliría un siglo de existencia el ilustre y conspicuo profesor, Rafael Celedón, así lo llamábamos cariñosamente, a quien admiré como educador y catedrático de calidades excelsas y tuve el deleite de ser uno de los tantos alumnos que abrevó de la galanura y sapiencia del caballero sin mácula y del varón ejemplar que sufrió con temple admirable aquellos días aciagos que le deparó el inexorable y traicionero destino y que solo los hombres de su carácter, "fundido con el metal con que se funden las campanas o con el mejor acero templado de las fábricas de Toledo", son capaces de soportar con la entereza propia de los espíritu superiores.

Era un hombre de gallarda estampa, de prosa fácil y expresión seductora que motivaba la atención del estudiante, tanto así que aún conservo aquellos apuntes tomados, textualmente, hace un poco menos de medio siglo y que en los instantes dubitativos recurro a ellos a manera de consulta para refrescar aquellas reglas de los verbos unipersonales, defectivos e irregulares, del gerundio, del qué galicado o afrancesado, del dequeísmo o el queísmo, del régimen especial del verbo haber. No olvido su estampa enjuta, de caminar garboso y mirada zahorí cuando interrogaba a alguno de los condiscípulos para que conjugara el verbo llover, nevar, tronar, ventisquear.

Y el imberbe aludido, desprovisto de malicia se levantaba y empezaba por el presente de subjuntivo: yo lluevo, tú llueve. ¡Aja!, interrumpía el profesor Celedón: "!de manera que tu llueve, muchachito de Dios"! Hoy, el hombre que llueve es un destacado arquitecto que ejerce con éxito su profesión en la capital de la República.

Fue en mi sentir y de todos aquellos que lo escuchábamos y conocimos el mejor y más depurado escribidor y elocuente diestro de la lengua castellana, fue durante su peregrinaje por el mundo un hombre ejemplar; nació en Villanueva-Guajira- sobrino-bisnieto del obispo Celedón - el 18 de noviembre de l911 y falleció en Santa Marta el 17 de julio de l98l, perteneciente a la sazón al Magdalena Grande, bachiller del histórico Liceo Celedón, institución forjadora de grandes hombres, de la cual fue profesor emérito, y en su honor una de las aulas del prestigioso plantel lleva su nombre; fue alumno y profesor del Colegio Santo Tomas de Villanueva; Rector del Colegio Loperena de Valledupar; Rector del Liceo Padilla de Riohacha; Secretario de Educación de la entonces Intendencia de La Guajira; profesor del Liceo Celedón, San Luis Beltrán y Universidad del Magdalena, en su honor se instituyó la cátedra "Rafael Celedón". Es el autor, inmenso honor que le cupo a la familia Vives, del antológico prolegómeno de la obra "Pepe Vives cuenta su vida".

En vida recibió enaltecimientos y reconocimientos, entre ellos, "La Medalla Cívica Camilo Torres ", otorgada por la Alcaldía de Santa Marta, y el más grande y relevante de todos, la gratitud imperecedera de sus congéneres y de quienes tuvimos la fortuna de contarnos entre sus educandos, cuya evocación guardamos como una arquilla dorado en nuestra memoria.

Fue un virtuoso jugador de dominó y ajedrez, habiendo obtenido el primer puesto en los VII Juegos Atléticos Nacionales en Cali.

Formó un hogar ejemplar con la distinguida señora Helena Céspedes Acosta de Celedón (fallecida), de cuya unión sobreviven sus hijos: Lourdes de Dangond, Esther de Linero, Rhyna, Albaluz, Rafael Eduardo, Flavio y Martha Luz Celedón Céspedes.