¿Y la institucionalidad global?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia Lopez Montaño

Cecilia Lopez Montaño

Columnista Invitada

e-mail: cecilia@cecilialopez.com



Llevamos décadas viviendo esta nueva globalización que se asocia con la inmensa acumulación de riqueza, pero también con la revolución de las comunicaciones que nos mantienen conectados minuto a minuto con el mundo. Pero en estos últimos años nos ha quedado en claro otra de sus características, los males globales. La pandemia de la cual apenas empezamos a ver la luz con los inmensos costos en vidas humanas en salud y con el impacto económico que frenó no solo el desarrollo sino la vida de millones de personas. Y ahora esta guerra que nos mantiene en vilo, no solo por el dolor que nos produce ver a Ucrania en una crisis que creíamos era del pasado, sino por sus consecuencias impredecibles algunas de las cuales ya todos sentimos.

Cuando vemos la destrucción de ese país y esos millones de personas desprotegidas. Cuando vemos que un hombre Vladimir Putin, un solo hombre, tiene la capacidad de destruir y poner el mundo en semejante crisis, surge una sola pregunta; donde está la institucionalidad global que ha debido desarrollarse al mismo tiempo para frenar semejante catástrofe. Claro que la solidaridad del resto del mundo ha sido impresionante, pero pasadas varias semanas la realidad es que, con todo y las sanciones impuestas a Rusia, nada para esta guerra. No hay una forma que, sin propiciar la temida nueva guerra mundial, pueda por lo menos jugar ese papel humanitario dentro del país que impide este asesinato masivo de niños, de jóvenes, de viejos. Ningún líder poderoso puede movilizar nada dentro de este pobre país que ha quedado en manos de un pueblo con una valentía indescriptible, bajo un presidente que se ha crecido en medio de esta fatalidad.

Nunca se pensó que, así como se estimuló el comercio, el movimiento de capitales, la globalización de avances tecnológicos era necesario construir la institucionalidad para las nuevas realidades.

Las Naciones Unidas ha mostrado su incapacidad para actuar, para no mencionar las otras que están paralizadas ante el pánico de una guerra nuclear cuya amenaza crece día a día. Claro que otras han jugado un papel como la OTAN, pero no se ha podido ni siquiera ayudar a enterrar a sus muertos en su propio suelo. Es decir, esa globalización tan ponderada especialmente por los economistas no fue capaz de reconocer que no podría seguir con unas instituciones obsoletas que le daban poder de veto frente a decisiones cruciales a potencias mundiales como Rusia y Estados Unidos, aun cuando fueran protagonistas de tragedias como las que vive la humanidad actualmente. El mundo se engolosinó con la riqueza y se olvidó de los males globales que hoy paralizan los sueños de un futuro.

Lo grave es que ya es tarde para construir aquellas instancias que impidieran esta tragedia humana que hoy vemos con desconsuelo. Hasta ahora no se han tomado decisiones realmente efectivas para frenar a un hombre que puede acabar con esta sociedad del siglo XXI. Que lección tan dolorosa para todos, pero especialmente para quienes han ostentado el gran poder y que hubieran podido reconocer que las instituciones, es decir, las reglas del juego tienen que adecuarse a los nuevos mundos como este que hoy tenemos, absolutamente globalizado, pero incapaz de frenar los horrores. Que lección tan dolorosa deja esta realidad.