Escrito por:
José Vanegas Mejía
Columna: Acotaciones de los Viernes
e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es
Decía el pensador, escritor y maestro argentino Domingo Faustino Sarmiento: “Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición de las mujeres en la sociedad”. Este 8 de marzo conmemoraremos el Día Internacional de la Mujer. Hubo un retorno al año 1911 para señalar que fue en Nueva York donde se produjo el incendio en el cual perecieron más de 120 mujeres obreras de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist. En 1910 la Segunda Conferencia de Mujeres Socialistas reunida en Copenhague, Dinamarca, proclamó el Día Internacional de la Mujer, aunque la primera celebración se llevó a cabo en 1911.
Estas notas hubiesen podido comenzar con una referencia extensa sobre Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos o María Cano para mostrarlas como ejemplos de la lucha revolucionaria y sindical colombiana. Fueron estas mujeres, en su momento, verdaderas representantes del inconformismo y la protesta ante las injusticias sociales. Siempre quedarán sin mencionarse muchísimos casos de mujeres anónimas, pero en una fecha memorable como esta no puede dejar de citarse a la madre Teresa de Calcuta, cuya vida consagrada al cuidado de los leprosos la hizo merecedora del premio Nobel de la paz en 1979. Ya teníamos como antecedente a Florence Nightingale, pionera en el ejercicio de la enfermería.
En el ámbito latinoamericano, indagando solo en la actividad literaria, encontramos a la chilena Gabriela Mistral. Era educadora, lo cual por sí solo nos habla de su vocación humanitaria. Su labor fue coronada con el premio Nobel de 1945. El mismo galardón, pero en el campo de la paz mundial, fue otorgado en 1992 a la líder centroamericana Rigoberta Menchú, orgullo no solo del género femenino sino del componente indígena que hace parte de nuestra conformación étnica.
Pensemos en los tiempos que se avecinan, en los desafíos que afrontará la mujer en el futuro, sobre todo dentro de las comunidades o conglomerados sociales, que día a día se tornan más complejos. Están presentes en nuestras mentes las modestas madres campesinas colombianas con su agobiante carga de pesares y su callado aporte a la economía del país; las desplazadas de los campos por la violencia cotidiana; las forjadoras de patria como madres comunitarias y las innumerables mujeres que con el pesado título de ‘cabezas de hogar’ sacan adelante a sus hijos a pesar de la indiferencia del Estado.
En una fecha tan significativa como la que destacamos hoy, seamos solidarios con las mujeres en su batalla universal por el reconocimiento de sus derechos. Apoyemos su justo deseo de igualdad y, sobre todo, tengamos en cuenta sus opiniones cuando se debatan temas de especial trascendencia para el género femenino.