En cualquier medio de comunicación de América y de pronto de Europa se difunde con frecuencia que Colombia es uno de los países más violentos que existe sobre la Tierra. También se ratifica que nuestro país mantiene un conflicto armado de guerrillas contra el Estado desde más de medio siglo.
Pero podemos decir que la violencia, el engaño, la seducción con halagos y mentiras y el filicidio no es exclusiva de Colombia, ni de la especie humana; porque desde que el mundo es mundo sabemos que Caín mató a su hermano Abel con un arma contundente. También sabemos que Eva engañó a Adán usando sus encantos femeninos a través de una serpiente. Además, Judas entregó a Jesucristo para ganarse unos cuantos pesos y para complementar hemos visto en pantallas que el león mata a las crías de la leona que no son engendrados por él para gozarla sexualmente sin interrupciones.
Entonces, con base en todo esto descrito anteriormente podemos suponer que a ese cuento le falta un pedazo porque no todo lo descalificativo que se dice de Colombia es contextualmente, así como lo procuran quienes lo intentan, ya que todo lo que se dice o se opina está marcado por visos políticos. Es que parece inevitable que quienes escriben columnas de opinión se afectan con la ansiedad por el logro de algo o por un sentimiento de querer ser o de querer que sea así.
Tal parece que quienes son sujetos de pasiones intrínsecas por una causa, siempre estarán dispuestos a defenderla con los argumentos requeridos a fin de convencer que lo expresado es lo correctamente adecuado para la sociedad, y quienes opinen lo contrario están equivocados.