El año inicia en medio de grandes incertidumbres provocadas por los disensos entre potencias susceptibles de amenazar la paz mundial. El incumplimiento reiterado de Irán del acuerdo firmado en el 2015 con los cinco estados miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, Alemania y la Unión Europea, y la parálisis de las negociaciones que recientemente se reanudaron, aunado a la tensión en la frontera rusa-ucraniana y las amenazas de la China a la soberanía de Taiwán y sus miras hegemónicas sobre el denominado Mar de China, justifican las inquietudes de conflictos que podrían escalar hasta el uso del arma nuclear.
China ya sometió a Hong Kong a su régimen de capitalismo totalitario conculcando velozmente las más preciadas libertades de sus habitantes. Tiene sus ojos puestos en Taiwán y pretende ampliar su expansión por todo el Mar de China que la haría dueña de la navegación y la convierte ya en factor de amenaza al Japón, Corea del Sur, Vietnam y demás naciones ribereñas, extendiendo sus garras imperiales hasta Australia y Nueva Zelanda. Es el imperio renaciente, que pretende cobrar humillaciones pasadas y ejercer la hegemonía política, económica, tecnológica y racial de su civilización, a la que se considera predestinada. Representa un pulso de largo aliento, cuyo desenlace dependerá del vigor de Occidente que no se puede malgastar en erráticas respuestas, ni en apaciguamientos que denoten debilidad, ni negarse a entender que Rusia está preocupada por la extensión de la Otan hacia el este y prioriza garantías de seguridad, ni olvidarse que geográfica, cultural e históricamente ella es pariente de Occidente, rival histórico de China y muro de contención del mundo islámico. Los diálogos que se abren en Ginebra con EE.UU. tienen todo para ser exitosos, siempre que prevalezcan los imperativos históricos y estratégicos sobre las transitorias dificultades de la administración Biden.
Estos son los retos que confrontan principalmente los Estados Unidos y la Unión Europea para el mantenimiento de la paz. El futuro de la América Latina necesita paz y visión para crecer en la consecución de su propio destino, que no encontrará replicando experiencias históricamente fallidas que la atarían al pasado.