Comparto unas reflexiones sobre el año político que nos espera. Comienzo con una reflexión sobre el gobierno Duque, el cual siendo muy generosos debemos calificar de malito. No podemos engañarnos.
El escenario político está a punto de repetirse, solo que el componente social es mucho más complejo ahora por los retrocesos socio-económicos ocasionados por la pandemia, lo que ha exacerbado los resentimientos y sensibilidades sociales. En este escenario es predecible que el factor miedo a Petro será utilizado por sus enemigos políticos. La pregunta del millón es si el miedo será mayor que el hastío y el resentimiento de un gran sector de la población colombiana hacia las elites. En mi opinión, es peligroso apostarle mayormente al miedo a Petro. Ha funcionado en el pasado pero no necesariamente lo hará a futuro.
Como estrategia política hay que apostarle a vender miedo pero también esperanza. La gente necesita creer que el futuro puede ser mejor. El problema inmediato es derrotar a Petro, pero a la larga Petro no es el problema. Petro es simplemente la manifestación más perversa posible de un descontento social legítimo, creciente y mayormente desoído. De nada sirve ganarle a Petro si no avanzamos seriamente en solucionar los problemas de la gente. La izquierda se derrota definitivamente si desaparecen las causas de los reclamos sociales. El verdadero enemigo es la falta de desarrollo, la falta de estado y todos los males asociados con estos dos.
Me parecen incomprensible y artificiales las diferencias que pretenden trazarse entre centro-derecha y derecha, cuando en realidad hay coincidencias y acuerdos en lo fundamental. Hay diferencias en lo cosmético que no impiden una amplia alianza. Esto para decir que es absurdo no unirse y presentarle a los votantes una visión país concertada y creíble que contraste con la visión de la izquierda. Colombia aún no está en el punto de desarrollo en el cual centro y extremos son diferencias importantes. En Colombia todavía estamos resolviendo lo básico, y en esto solo la izquierda propone una receta diferente. La unión es posible si el énfasis es en lo programático. Nuevamente, no se trata de ganar elecciones sino de llevarle bienestar a la gente.
Con la venia de mis lectores, estaré ausente de este espacio por un mes disfrutando de unas merecidas vacaciones postergadas por culpa de la pandemia. Agradecido con Dios y con la vida por estar vivo y sano, y por cada minuto que tengo para compartir risas y lágrimas con las personas cercanas. Porque la reflexión ultima antes del hasta luego, es que lo realmente importante es estar vivo y luchar por ser feliz sin importar cuales sean las circunstancias personales. Conozco personas miserables en los países más poderosos del planeta, y también conozco gente muy feliz en países pobres. Conozco poderosos infelices y pobres felices. Al final, la felicidad y la realización personal no tienen nada que ver con lo que se posee ni donde se vive. Es una actitud, ajena al tiempo y al espacio, frente a la vida y las personas. Sean felices y si Dios lo permite, nos vemos en unos días.