Pandora Papers: impuestos, desigualdad e ineficiencia

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Cecilia Lopez Montaño

Cecilia Lopez Montaño

Columnista Invitada

e-mail: cecilia@cecilialopez.com



El punto central del debate sobre los llamados Pandora Papers gira alrededor del tema de países o territorios que de alguna manera se definen claramente o se identifican como paraísos fiscales. Por ello es fundamental entender que quiere decir exactamente esa clasificación.  Todas sus definiciones coinciden en lo mismo: País o territorio donde hay baja tributación y pocos controles financieros además de otras características que para este caso pueden omitirse. Además del debate de la legalidad o ilegalidad de tener recursos en estos lugares, hablemos de impuestos, desigualdad y productividad.

Como lo señala la manida frase lo único cierto para todo individuo es la muerte y pagar impuestos. Lo primero es irremediable luego no hay nada que hacer sino esperar que ese fin inevitable sea lo menos doloroso y traumático posible para uno y para nuestros seres queridos. Pero como lo segundo sí tiene formas de evitarlo y si no por lo menos de reducirlo al mínimo, aparecen todas estas formas y lugares que ayudan a ese propósito. El debate ético ya se está dando especialmente cuando tiene como protagonistas en estos Panamá Papers a individuos que tienen responsabilidades públicas y que se supone son quienes velan por el cumplimiento de la obligación de pagar impuestos de acuerdo con los ingresos reales. Reales con mayúscula. 

Este debate ya tiene bandos especialmente alrededor del director de la Dian que aparece en este debate junto con la vicepresidenta y la ministra de transporte haciéndole compañía a Gaviria y a Pastrana, supuestos prohombres de este país. Ojalá la sociedad colombiana los obligue por lo menos a dar explicaciones sobre su concepción de ética pública. Esto les va a costar trabajo, pero en Colombia cuando todos pecan todos son inocentes. 

Pero más allá de este importante aspecto es esta la oportunidad de discutir nada menos que la relación entre impuestos y desigualdad. En Colombia se da la más imperfecta combinación: no se pagan los impuestos que toca, especialmente por parte de los más ricos, pero eso sí, la desigualdad es de las peores del mundo. Las disculpas para no cumplir con la obligación de contribuir al Fisco son todas empezando por la más cómoda y utilizada con mayor frecuencia. Para qué pagamos estos tributos si en el Estado se los roban. Sin embargo, el costo de tener una tasa impositiva sobre el PIB tan baja como la que tiene Colombia lo pagan precisamente quienes más los necesitan. 

Sin embargo, cuando se evade esta responsabilidad de contribuir de acuerdo con las capacidades de cada uno a financiar el Estado, se afecta de manera irremediable no solo las finanzas públicas sino la vida de la gente. Obviamente más la de aquellos que dependen de las inversiones públicas en temas cruciales como la educación, la salud y los servicios públicos. Es decir, impuestos y desigualdad tienen una relación directa que no entra en la consideración de los evasores que definitivamente no son los más pobres, como muchos de los sectores ricos plantean. Es verdad que algunos trabajadores o empresas informales podrían contribuir en algo, pero nada comparado con lo que dejan de pagar quienes más tienen. 

Ahora bien, lo que menos se considera es la relación impuestos, desigualdad y productividad. A los evasores que generalmente son los más ricos, es bueno recordarles que cuando se quejan de la infraestructura del país, de los altos costos que tienen que asumir sus empresas y su cotidianidad esta situación también es su culpa cuando no pagan impuestos. Más aún, esa mano de obra que se identifica como ineficiente con demasiada frecuencia es el resultado de esa estrategia perversa de educación y salud pobre para los pobres, sectores que generalmente son financiados por el Estado. Muchos análisis no explícitos se quedan en lo funcional que es tener una oferta casi ilimitada de mano de obra barata porque no ha tenido ni la formación ni las oportunidades de sectores de clase media o de ingresos altos. Pero no se acepta que el resultado es poca capacidad precisamente de estos grupos de tener niveles de productividad mayores si hubiesen tenido el acceso a bienes públicos de mayor nivel que se financian con recursos que provienen de los impuestos. La ineficiencia, señores evasores, también es su culpa. 

Es decir, para quienes la productividad es su dolor de cabeza, es hora de reconocer la relación ente los impuestos que no pagan, la desigualdad y la baja productividad de la mano de obra. El debate de ética pública no es lo único que sale de los Pandora Papers. En el caso de funcionarios públicos por lo menos muestra una doble moral y a las fallas de aquellos en el sector privado que evaden su responsabilidad social, deben sumarse dos temas: su contribución a la desigualdad y a la bajísima productividad de este país.