Santa Marta 496 años

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com


Con albricias saludamos a la ciudad materna que, blasonada por casi cinco centurias llegó a su aniversario 496. Fundada el 29 de julio de 1.525 por Don Rodrigo de Bastidas, en acto cumplido en las playas de la bahía donde se integran las aguas del Mar Caribe con las del rio Manzanares. Acotan las crónicas que al ritual asistieron el adelantado español, su comitiva, el sacerdote Diego de las Peñas y algunos nativos. Que el nombre de la ciudad fue escogido en homenaje a Nuestra Señora de Santa Marta, advocación cristiana celebrada en España ese día. El del río, en recuerdo del caudal hídrico que atraviesa la capital hispánica. La naciente urbe quedó desde la pila bautismal con unción de santidad, la que le fue confirmada en días contemporáneos por el himno oficial que poéticamente la proclama “… dos veces Santa, por la gracia del nombre y por la unción casi materna …conque acogió al hombre más grande de la América Latina”.

El lugar del asentamiento urbano lo escogió el fundador cautivado por la hermosura del entorno, “…el pródigo valle “ iluminado por “el soberano sol, el mar azul, transparente y terso”, como reza el lírico cant, y por la majestuosa Sierra, obra preciosa del divino esteta.

Biógrafos atildados dicen que Don Rodrigo era hombre serio, correcto, de trato amable, cualidades con las que en breve tiempo ganó la amistad y la confianza de los pobladores ancestrales. La condescendencia y  la protección que por orden de la Corona le dispensó a los nativos le proporcionó la malquerencia de algunos de sus subalternos ansiosos de enriquecimiento que pretendían atropellar a los indígenas y despojarlos de sus pertenencias.

Tristemente el inicio de la ciudad está signado con la mácula de la sangre derramada por su fundador, atacado villanamente, en asalto nocturno, cuando dormía, por las manos aviesas armadas de puñal de lugartenientes insubordinados; de ellos los más mencionados son  Juan de Villafuerte, Pedro de Porras y sus secuaces. A causa de las heridas falleció don Rodrigo en Santiago de Cuba, el 28 de julio de 1.527. En esa ciudad fue sepultado. Por petición de su hijo Rodrigo, Obispo, los restos fueron trasladados a cripta en la Catedral de Santo Domingo, en la que permanecieron hasta 1.953, año en que fueron traídos a Santa Marta y reposan  en el mausoleo-monumento ubicado en la nave izquierda de la Basílica de Santa Marta. Ahí yacen las cenizas de Don Rodrigo de Bastidas por gestión que, ante en gobierno nacional y el de la República Dominicana y ante las autoridades eclesiásticas de Santo Domingo, hicieron el Obispo de la diócesis samaria Monseñor Bernardo Botero Álvarez y el  alcalde de Santa Marta, Juan B. Ceballos Pinto.

De la ciudad existe nutrida literatura. Brevemente pueden mencionarse La Floresta de la Santa Iglesia Catedral de Santa Marta, La Perla de América, Historia de la Provincia de Santa Marta, las Biografías de Don Rodrigo de Bastidas. Desde la conquista hasta los días actuales, sobre la ciudad se ha recaudado interesante acervo etnológico, antropológico y cultural. Y a la Villa de Bastidas se le da el título de primera ciudad fundada en territorio colombiano. En el frontis de su Catedral Basílica está grabada la inscripción: Madre de todas las iglesias de Colombia. Acogió al Libertador Simón Bolívar abatido por la enfermedad y le dio digno sepulcro al “héroe proscrito” para descanso de su envoltura corporal.

Santa Marta tiene todos los recursos naturales para convertirse en tierra de promisión y de prosperidad. Su vetustez cronológica contrasta con el notorio rezago que acusa. Hay que acabar el hechizo paralizante. Crear amor por ella; con sinergia, impulsar la locomotora del progreso. Generar oportunidades para raizales  y foráneos que vengan a trabajar honradamente y sin resentimiento.