Castigo político a la indefinición

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eduardo Barajas Sandoval

Eduardo Barajas Sandoval

Columna: Opinión

e-mail: eduardo.barajas@urosario.edu.co



Hay momentos y procesos decisivos que requieren de especial claridad por parte de los actores políticos, so pena de perder opciones de poder, o de perder el poder. Buscar esa claridad, y presentar propuestas y plataformas de acción coherentes, practicables e idóneas, para transitar por momentos difíciles, en busca de soluciones estables, es para ellos un deber fundamental.

Es apenas normal, y más bien deseable, que los partidos políticos observen un proceso permanente de renovación. Es más: las mutaciones en el contenido de su ideario no deben sorprender a nadie. En cambio, el desatino en su evolución y en la idoneidad de sus programas puede resultar inexcusable a juicio de los electores, que deben ser exigentes a la hora de calificar la pertinencia y advertir la caducidad de ideas que ya no sirven.

Como ha sucedido ya en los últimos años con otros partidos de la social democracia tradicional, el laborismo británico, que representa la unión histórica de esa tendencia con las centrales obreras, viene de obtener uno de sus peores resultados, con motivo de las elecciones regionales y locales de la semana pasada. Estaban en juego trece alcaldías, entre ellas la de Londres, cerca de cinco mil curules municipales, un escaño para reemplazar a un miembro laborista que renunció al Parlamento de Westminster, y la totalidad del Parlamento de Escocia y el Senedd de Gales, éstas últimas instituciones clave de la “devolución”.

La derrota laborista, en esos sectores recónditos de la ciudadanía, se viene a sumar al retroceso de las formaciones políticas equivalentes en otros países europeos. Fenómeno que se puede apreciar en Alemania, donde el SPD se ha resignado a hacer alianza con su contradictor histórico del centro derecha, España, donde el PSOE gobierna de manera precaria en una alianza después de varios intentos fallidos de volver a ser mayoría, Francia, donde el Partido Socialista que no ha vuelto a obtener siquiera el diez por ciento de los votos, e inclusive en Portugal y los países escandinavos, donde se desdibuja su pasado exitoso.

Se podría decir que, para seguir de alguna manera en el poder, los socialistas corrieron el riesgo y apostaron equivocadamente a salirse de su agenda y sumarse a la del centro derecha, cuando no a navegar sin certeza las aguas de la “tercera vía”, en un proceso que los llevó a escatimar en la inversión social, permitir el castigo salarial a la clase trabajadora, apoyar el festín de ciertas privatizaciones en sectores clave, y liberar de cargas a los sectores más pudientes del espectro económico.

Lo cierto es que la jornada de las elecciones locales encontró a los laboristas en medio de un proceso de búsqueda de nueva identidad. La experiencia de Tony Blair, que representó el abandono de la línea dura del anterior primer ministro laborista James Callaghan, para irse al centro del espectro político, significó el cierre del periodo del conservatismo rampante de la señora Thatcher, pero al mismo tiempo representó, en el sentimiento de muchos electores, el abandono de los postulados históricos del laborismo. Jeremy Corbyn, como líder del partido, trató de volver atrás con un intento de radicalización que fracasó en las últimas elecciones generales, y ahora Sir Keir Starmer preside un debate feroz entre las dos tendencias, que se nota no ha llegado a una conclusión que represente fuerza electoral.

Sin perjuicio de que los procesos internos de los partidos acepten la existencia de tendencias distintas, el ejercicio del liderazgo partidista debe consistir, precisamente, en alimentar con ideas y obtener los mejores resultados de toda discusión interna, para reforzar con ellos las propuestas del partido no sólo frente a una coyuntura sino al proceso histórico en el que le corresponde intervenir.

El sentido y el destino de la migración política de los electores tradicionales del centro izquierda, en países como Alemania y Francia, parecen desplazarse unos hacia formaciones más radicales, o hacia el ideario amplio, contemporáneo, pertinente y futurista de los partidos verdes. Las próximas elecciones alemanas, y la presidencial francesa, serán los nuevos escenarios en los que se pondrá a prueba el futuro de cada una de esas tendencias.

En el caso británico, la mejor puesta a prueba y el mejor mecanismo de refinamiento de los postulados del laborismo es nada menos que el ejercicio de la oposición. Ejercicio que, en una democracia madura y consolidada, implica responsabilidades de seguimiento milimétrico de los actos del gobierno conservador y el dibujo de alternativas de manejo de todos los problemas, si en las próximas elecciones se llegare a convertir en gobierno. Ningún aliciente mejor, para ese ejercicio, que la tendencia del sistema a aumentar la inequidad entre sectores sociales


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