Imaginarios en la pandemia

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eimar Pérez Bolaños

Eimar Pérez Bolaños

Columna: Opinión

e-mail: eimar.perez@unad.edu.co


Pensar que el contagio o morir de Covid es culpa y responsabilidad de la víctima es el mayor imaginario. ¡Estamos en pandemia; sobrepasa todo acto y toda voluntad! Sin embargo, considero que este imaginario o creencia no es más que una vía de escape o mecanismo de defensa social frente a la hecatombe que nos acecha. Es así que, cada vez que los contagios se incrementan o el Covid cobra una víctima, se observa en las redes sociales mayoritariamente el prejuicio que es culpa de otros lo que está pasando.

Tal culpabilidad no la tiene la población, ni tampoco los poderes estatales, al menos que ulteriormente se demuestre lo contrario. Sin embargo, con la idea “de hacer un esfuerzo económico” por parte del trabajador para “levantar los países” deja una grieta a dicha responsabilidad. No obstante, más allá de ese supuesto, también está la posibilidad de haber sido un virus provocado por el poder global con unos fines múltiples, y más que una ficción o como le he denominado imaginario, tiene algunas bases políticas válidas, al menos filosóficamente hablando.

La “nueva normalidad”, también es otro de los imaginarios propios de la pandemia. No es sencillo cambiar un estilo de vida en tan sólo unos meses. El arraigo cultural y todas sus manifestaciones pierden cualquier racionalidad cuando se trata de desplegar su plenitud. Así que, creer que una ida a playa, salir a un centro comercial o ir a un sitio público, guardando siempre las medidas de “bioseguridad” serán garantías del no contagio queda sólo en expectativa; lo mismo que el toque de queda y la ley seca. La misma humanidad reclama instintivamente su fundamentación, lo que le es propio, etc.

Unido a esto, la apertura paulatina y “responsable” de sitios públicos bajo el autoengaño e imaginario de que, con unas cintas y unos letreros, unos tapetes y un gel, estamos de alguna manera salvaguardados, rompe con todo sentido común profundo. Tanto así, que un año después, aún se pregona la narrativa que nos prevenimos del virus lavándonos las manos y usando el tapabocas. El virus es más que medidas y normas de bioseguridad, hasta el punto que muchos se contagiaron y murieron sin siquiera salir de sus casas. ¡La ciencia del siglo XXI quedó en jaque; el virus tiene el control!

Afortunadamente la expectativa vital frente al virus, es y sigue siendo la tan anhelada vacuna. Pero, el imaginario no se ha hecho esperar: “será un dispositivo que nos inyectan para controlarnos; la vacuna en vez de curarnos nos acelera a morir”, entre otras más. Sin embargo, pese a tales supuestos, en estos momentos lo que nos queda es apegarnos a la ciencia, ¡no hay otra opción!

En estos días cuando el virus y sus diferentes manifestaciones toman fuerza y la cadena de contagios amedranta a muchos sectores a nivel global, vuelven los confinamientos, las estrategias de contención que de cierta manera no son inútiles, pero ante tal situación, nos interpela y nos impulsa a buscar cualquier mecanismo con los que contamos ante tal vulnerabilidad, hasta el punto que confiar un poco en el azar y en el destino no es tan descabellado.