Sueños de tiranos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Casi no hubo difusión: el impacto de la noticia por estos lares pasó desapercibido, abrumado por la artificiosa euforia mediática del arribo a Colombia de unas escasas vacunas, casi que una muestra médica.

En España, una condena le sentenció cárcel al rapero José Miguel Arenas, Valtònyc. El Tribunal Supremo ratificó una sentencia de 2017 contra el mallorquín por los delitos de calumnia e injurias graves a la Corona española, enaltecimiento del terrorismo, y amenazas de muerte al rey y su familia. Tres años y medio de prisión que por ahora no cumplirá; se encuentra refugiado en Bélgica con una orden de extradición.

Catalunya está convulsionada: Otro rapero, Pablo Rivadulla Duro, Hasél, por razones casi idénticas, acaba de ser capturado en Lleida para purgar una pena de 9 meses de prisión. Se le sindica de enaltecimiento al terrorismo e injurias a la Corona y a las instituciones estatales. El contestatario catalán ya había sido condenado en 2017 pero su sentencia estaba suspendida; esta vez le corresponde reclusión.

Las opiniones de importantes líderes españoles y los enfrentamientos de muchos simpatizantes con la policía no se hicieron esperar; heridos de lado y lado muestran la intensidad de los choques, que también se dieron en Madrid y otras ciudades españolas. Más de 200 artistas salieron en defensa del Hasél, entre ellos Pedro Almodóvar y Javier Bardem. Amnistía Internacional se pronunció en favor del rapero. Recientemente, la tuitera Cassandra Vera fue sentenciada por hacer bromas sobre el asesinato perpetrado por la ETA de Luis Carrero Blanco, el segundo a bordo del general Francisco Franco; fue exonerada tras la apelación. ¿Está en juego la libertad de expresión en España? ¿Esta tendencia, propia de las tiranías, hará carrera en otros países “democráticos”?

Desde hace un tiempo, los políticos de corte autoritario tienen la propensión a coartar las opiniones de opositores y particulares en medios de comunicación redes sociales, a modo de dictaduras camufladas. Las denuncias por injuria y calumnia están a la orden del día en Colombia y, entre personajes de alto vuelo y sus bodegas, la guerra es implacable; el respeto es asunto del pasado.

En el caso de estos raperos españoles, hay tanto de largo como de ancho; las amenazas de muerte y la incitación al terrorismo son inaceptables, obviamente. Las injurias pueden ser grotescas, pero… ¿faltan a la verdad? No tanto, en cuanto se refieren a los políticos y a la Corona española, no particularmente ejemplares. Flaco favor le hace a la justicia la persecución de artistas iconoclastas, cuya repercusión social es casi nula. Terminan sacándolo del anonimato local hacia al estrellato internacional.

Hace 5 años escribí una columna titulada “El poder de las marionetas” en la cual puse de presente el mínimo impacto que tuvo en Colombia la canción protesta de los 70. Manifestaba entonces que si Ana y Jaime, Naranjito o Pablus Gallinazus surgieran por estos tiempos terminarían encarcelados por “terrorismo”. Canciones como “Mula revolucionaria”, “Ricardo Semillas” o “Café y petróleo” serían la prueba reina. A ese nivel hemos descendido, como cualquiera de las dictaduras sureñas que oprimieron a valiosos artistas como Piero, Mercedes Sosa o Nacha Guevara, y que asesinaron a Víctor Jara. En Colombia, esos tiempos horribles parecen hacer carrera.

El silencio del ciudadano por cuenta de la represión debe esfumarse del siglo XXI. En aquella nota expresé literalmente: “Por esas canciones nadie se metió a guerrillero, hizo terrorismo o lideró una revolución. Es más, ni siquiera fueron eficaces en despertar conciencia colectiva. Tanto que esos rebeldes de entonces hoy se desempeñan dentro de la sociedad en artes, oficios y profesiones sin constituir el peligro para la sociedad que temían sus persecutores.”

El verdadero arte es libertario, retador, disruptivo, incómodo para el poder. El auténtico artista es el vocero de quienes no tienen voz ni acceso al poder. Los tiranos sueñan con amordazar a sus críticos. Se equivocan: pueden acallar al hombre, pero las ideas verdaderamente valiosas nunca estarán silentes.