“La justicia y la paz se besan”

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Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com


Texto contenido en el libro de la sabiduría cristiana. Palabras brotadas del pensamiento divino. Del ser fundante, legislador supremo: autor del más sabio y conciso código que en diez lacónicos cánones plasma la ética natural reguladora de la conducta de todas las criaturas que en peregrinación fugaz y sucesiva transitan por la costra de este “valle de sombras y de ignorancia”, de gozos y sin sabores, donde lo grande, por mucho que lo parezca, es exiguo y efímero, llamado “globo terráqueo”.
Ámbito en el que, la humana criatura, con la luz poderosa de la racionalidad que el Creador le insufló, concibe y diseña unas veces sistemas maravillosos que realiza con manos laboriosas y expertas enalteciendo su especie, y en otras ocasiones piensa y actúa con descomunal desatino o villanía indignos de su elevada categoría en el cosmos ontológico de la creación.

De esa ambivalencia paradójica de conductas nace la conveniencia de recordar mensajes que invitan a la reflexión; reflexión que si es útil en cualquier época, lo es en mayor dimensión en los días decembrinos en los que la cristiandad católica prepara los ánimos para celebrar piadosamente con novenas, villancicos y panderetas la conmemoración del nacimiento de Jesús, niño, hombre y Dios.

Costumbre originada en el Portal de Belén, sostenida a través de veinte siglos, difundida por la fe evangélica que nos enseñaron los misioneros venidos de España; la fe católica que nuestros cristianos padres nos inculcaron: fe firme “como las rocas en mitad del mar, que las tocan, pero no las mueven las olas ni los vientos”, en letras de Miguel de Cervantes Saavedra. Fechas propicias para airear los espíritus, inflamarlos de alegría, fortalecerlos en convicciones, refrescar las mentes con reflexiones que alienten las almas nutriéndolas con sentimientos estimuladores de virtudes incitadoras a prácticas bondadosas, generosas y justas y las aparten de tendencias hedonistas, frívolos menesteres, inconfesables pensamientos y comportamientos reprochables. .

A cumplir esa finalidad se encamina el título de esta columna: “La Justicia y La Paz, se besan”. Admirable cópula semántica de valores sublimes que jamás podrá tenerse como simple metáfora abstracta y vana, o parábola sutil, sino como efluvio de intelecto superior, monumento inconmovible, pedestal granítico, construido para que perennemente se pose en él la verdad intrínseca que expresa ese mensaje. Que tan espléndido maridaje se dé debe ser anhelo de todos los mortales. Y para que el noble ideal deje de ser mera ilusión sentimental y se vuelva realidad, se requiere el aporte de todos en la tarea de rescatar en la sociedad el valor justicia. Tener conciencia de lo que ella es y significa en el concierto ciudadano. Conocemos
definiciones hermosas dadas por teólogos y juristas eximios. ¡Para qué citarlos! En columnas anteriores los hemos mencionado.

Necesitamos pasar de la teoría a la práctica. No basta con saber que la justicia ordena darle a cada cual lo que en derecho le corresponde. O retribuir a alguno lo que por sus obras merece. Es imprescindible que se cumpla, que se materialice ese imperativo categórico moral y legal. ¿Cómo? Reconociendo el victimario sin sofismas ni coartadas el reato cometido; resarza a la víctima del dolo, culpa o preterintención; acepte y cumpla la condena que le impone el probo juez aplicador de la ley. Que no haya impunidad. Ni prevaricato. Que el empleador le pague al empleado una remuneración acorde con el trabajo realizado y le dé trato digno. A su vez, que el empleado trabaje con responsabilidad, honradez y eficiencia. Es imperioso reinsertar en el alma colectiva el concepto del Derecho: “Arte de lo bueno y de lo justo” para lograr un orden social donde, de veras, la Justicia y la Paz, se puedan besar”.


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