Economía informal

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Javier Lastra Fuscaldo

Javier Lastra Fuscaldo

Columna: Opinión

e-mail: javierlastra6@hotmail.com

Twitter: @JLastraFuscaldo


Ante la pregunta por qué América latina arrojó el 30% de los casos de contagios y muertes por la pandemia teniendo tan solo el 8% de la población mundial, la División de Mercados Laborales del BID, en su más reciente estudio, concluye que este fenómeno obedece al alto índice de la economía informal en la región, en la medida en que los trabajadores informales al salir a buscar su sustento evaden los protocolos y los confinamientos arriesgándose con actividades de mayor contacto humano.

Aunque Santa Marta ocupa el puesto 19 en contagios y muertes, según el Dane, la ciudad ocupa el cuarto lugar en la tasa de informalidad entre las ciudades capitales del país con un 61.1% representado en las 92 mil personas dedicadas a actividades informales.  La informalidad no es un desafío originado por la crisis sanitaria puesto que esta solo la agravó, y a pesar de que históricamente se han desplegado acciones para disminuirla, las medidas de reactivación económica deben ser eficaces. Sin embargo, hay que admitir que para ello no hay fórmulas mágicas ni tampoco sencillas al punto que hasta ahora los esfuerzos han sido estériles y todas aquellas iniciativas que proponen flexibilidad laboral como la contratación por horas o disminución de salarios tiene muchos contradictores por obvias razones.  

Las que resultan más recomendables y causan menos controversia son aquellas que proponen la reducción a los impuestos a la nómina, la reducción de los costos a las empresas en la generación de empleo formal y los esquemas de protección social tanto para asalariados y no asalariados.   

Empantanada como quedó la renta básica universal, sería conveniente incrementar los esfuerzos económicos que se han venido aplicando para subsidiar el empleo. Indiscutible que el costo fiscal sería elevado, pero valdría la pena aumentar la cobertura y sostenerlo en el tiempo pues resultaría una medida de doble propósito, proteger empresas ad portas de la quiebra como incrementar el empleo formal.

La informalidad hasta ahora no tiene incentivos para su desmonte porque los costos de la formalidad constituyen su principal barrera y adicionalmente en sectores en ciudades del país en las que santa marta no es excepción, algunas de las actividades informales se alimentan del contrabando, del control en el uso del espacio público entre otras distorsiones propias de las economías subterráneas.

Al comenzar las discusiones sobre el salario mínimo entre gobierno, centrales obreras y empresarios, hay que pensar en el tema de la informalidad. El Presidente Duque, en la Asamblea Nacional de Comerciantes, hizo un llamado para recordar que el país atraviesa una crisis económica por el coletazo de la pandemia y que las decisiones que se adopten no deberían afectar la creación de nuevos puestos de trabajo y la generación de oportunidades. 

Por su parte Fedesarrollo destapó sus cartas al afirmar que un incremento por encima del 2.5% en el ingreso base de la economía pondría aún más en riesgo el mercado laboral colombiano y no se mostró tan optimista con la productividad laboral por la parálisis que ha venido atravesando el país.

A estas reflexiones se suman expertos laboralistas quienes señalan que un fuerte incremento en el salario mínimo pondría en aprietos a los empleadores quienes no solamente no incrementarían sus nóminas, sino que incluso podrían disminuirlas, decisiones gravísimas que traerían como consecuencia la nueva ola de la informalidad por cuenta del progresivo incremento de desempleados que se dedican a labores informales, en la calle y sin las adecuadas medidas de bioseguridad.