“A las cosas” (II)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com


Y si del lado de las ías llueve, en las toldas de las Cortes de justicia no escampa, salpicadas como están, dolorosamente, por la mácula de la corrupción que las afrenta por culpa de algunos que, luciendo birrete y toga las mancillan. ¿Cómo olvidar los escándalos constantes originados en el llamado Cartel de la Toga? Es inconcebible que a la cima de las corporaciones administradoras de justicia accedan personas sin ética que conviertan en negocio lucrativo el sublime oficio de dispensarla.
Contrita también, que unos pocos amorales desprestigien esas elevadas instituciones colegiadas y difuminen lodo sobre otros integrantes de ellas probos, competentes y honorables. Escarnece, igualmente, la actitud timorata de los que, sin participar en la trama de los deshonestos, guardan silencio que los involucra en complicidad. Además del lastre de la corrupción que deslustra a la justicia, está la justicia ideologizada y el fardo de la morosidad que termina en impunidad en materia penal y torna inane la equidad, porque justicia tardía no es justicia. Todos esos vicios afloran a la luz pública. Y el conjunto de ellos imposibilitan el imperio del Derecho, que, con su arquitectura normativa intenta conservar el orden social fundado en la concreción de la justicia. Una sociedad humana no puede vivir en armonía, si en su seno no existe organización jurídica que propenda exitosamente a darle a cada cual lo que en derecho le corresponde. Y es precisamente a los Magistrados y a los jueces a los que se les asigna la majestuosa dignidad de administrar justicia. El nexo entre sociedad y Derecho es inescindible.

Con fundada razón notables ius filósofos construyeron los aforismos inconmovibles: ubi societas ibi ius o ubi ius ibi societas. Entre sociedad y Derecho hay unidad inseparable. El primero de los brocardos postula que donde hay sociedad, hay Derecho; el segundo enseña que donde hay Derecho, existe sociedad. Cualquiera de las dos tendencias doctrinarias que se acoja lleva a la conclusión de que ambos factores son esenciales para configurar sociedad civilizada y jurídicamente organizada. Sin Derecho no hay sociedad ni justicia, sino desorden, inseguridad, violencia. La ley del más fuerte, la del León en la selva: quio nominor leo. Entonces, colombianos, “a las cosas” A estudiar juiciosamente el problema de la justicia en el que está inmerso el país. Como en el caso de las ias, investigar si la falla está en la fuente, el ordenamiento normativo, con incidencia en el recurso humano, y darle solución efectiva, despolitizando el escogimiento de los dignatarios de las altas Cortes, seleccionando los servidores de la Rama judicial para que ingresen a ella personas versadas, laboriosas y con excelentes calidades humanas, que lleven con honor el birrete y la toga y constituyan garantía de imparcialidad, honradez y ecuanimidad. Hombres y mujeres que le rescaten a la función noble que desempeñan el prestigio y la confianza que en tiempos pretéritos la enaltecían. Juristas con vocación de buenos dispensadores de justicia. Que no utilicen la Magistratura de plataforma política, para lograr curules en el Congreso o acceder a ministerios o a alguna de las ías o a candidaturas presidenciales.

La politiquería mancha a la justicia. Quienes llegan a las Cortes por mecanismos politizados, difícilmente se liberan de la coyunda que los ata a compromisos de retribuciones burocráticas o a manumisiones ideológicas o partidistas. Sería ilusión vana pensar que mientras esos connotados Magistrados lleguen a sus despachos mediante el sistema de elección consagrado en la Constitución Política, tengan independencia total. Son “…fruto del árbol envenenado”. No siguen el consejo de Cervantes a su fiel escudero Sancho Panza: “Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”.