La oclocracia electoral (1)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Payares González

Carlos Payares González

Columna: Pan y Vino

e-mail: carlospayaresgonzalez@hotmail.com



La demagogia política es un comportamiento consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.

El demagogo es aquel que no dice lo que piensa y no cumple lo que dice. El demagogo es falaz y truculento en su hablar y actuar. Cuando los demagogos se juntan en una cruzada política son una especie de peste social que desvirtúa la democracia al rellenar de vanas esperanzas la mente del pueblo raso.

A esta posibilidad Polibio la llamaba oclocracia, refiriéndose a aquellos políticos que osan o aspiran gobernar en nombre de la muchedumbre sin reconocer en realidad el verdadero papel del pueblo.

Fue Aristóteles quien definió la demagogia como la "forma más corrupta o degenerada de la democracia", que lleva a la constitución de un gobierno tiránico de unos cuantos que predican gobernar en nombre del pueblo.

Las promesas de arreglar los problemas y satisfacer nuestras necesidades que suelen realizar muchos de nuestros políticos durante las campañas electorales son, habitualmente, demagógicas por irrealizables. Sin saberse a ciencia cierta de dónde saldrá la plata, nos ofrecen cosas pomposas que lógicamente empalagan la mente del hombre sensato, como la de reemplazar de manera gratuita cada ciclotaxi que circule por nuestras ciudades por un taxi de verdad, con bomba de gasolina incluida y otros menesteres.

Solo queda faltando encimarle también los pasajeros. Es por eso que nuestra democracia ha sido reiteradamente cuestionada, atribuyéndosele la condición de favorecer modelos demagógicos dentro de la confrontación política y electoral.

Una muestra de esta desmesura es cómo todos los demagogos utilizan algunos términos, a la manera de muletillas, sin saber a ciencia cierta su significado.

Hablan de ser los más idóneos para gobernar, honrados hasta el tuétano (así hayan estado presos por manilargos o corruptos), defensores del progreso, amantes del cambio, preocupados por la inseguridad (y, ¿de ellos quién nos protege?), idealistas de la justicia, de la paz y la libertad… ¡Ni mandados a pedir por catálogo!

Los demagogos suelen aprovecharse, al igual que los populistas (de los que hablaremos en otra columna), de la penosa situación que atraviesa buena parte de la gente en nuestros conglomerados.

Sin embargo, todo lo que hacen tiene un fin propio: ganar las elecciones o perpetuarse en el poder recurriendo a cuanta artimaña posible.

Desde regalar un ventilador, un transformador, una lámpara de alumbrado público, una cancha de fútbol, etcétera, para poder ganarse el apoyo de la población mediante mecanismos publicitarios, dramáticos y psicológicos. Son sensibleros. Son asistencialistas.

Son amantes de la caridad o la beneficencia pública para que el pueblo dependa siempre de ellos. Para poder atarlo al mesianismo caritativo y bondadoso del gobernante.

Pervierten la conciencia política a cambio de dádivas. Cambian el voto por mercancías, como cualquier negocio utilitario. En eso coinciden los políticos de cualquier orilla. Adulan al pueblo sin llevarlo en el corazón.

Sin entenderlo. Sin obedecerlo. Se abrogan el derecho de interpretar los intereses de las masas populares sólo para acceder al poder e instaurar un gobierno alejados de quienes dicen representar. Utilizan el típico estás con el pueblo o estás contra el pueblo, que en la realidad significa: estás conmigo o estás contra mí.

Son por naturaleza simplistas en la explicación de la realidad y de esa forma consiguen evitar la toma en consideración de las demás posibilidades. Los demagogos son predicadores de cosas falsas ante personas incautas. Sin ser gobierno ya se han gastado miles de millones desconociendo el presupuesto del ente territorial que aspiran a gobernar.

De demagogos está repleto el mundo entero. ¿Cómo escapar del encanto de la demagogia si a muchos les ha dado resultados para ganar elecciones y seguir pegados a la ubre del presupuesto oficial?