El ratón almizclero

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Francisco Galvis Ramos

Francisco Galvis Ramos

Columna: Contrapunto

e-mail: contrapunto@une.net.co



El maniqueísmo es una doctrina creada por un señor llamado Manes que, en apretada síntesis, consiste en admitir la existencia de dos principios creadores: uno para el bien y otro para el mal y, en buen romance, dícese maniqueo de aquel que tiende a demostrar las situaciones con fundamento en clasificaciones caprichosas, como quien dijera porque le vino en gana, resultándole bueno lo que él crea y cavile y malo lo que los demás piensen o hagan.

Y llegó al tema porque hay quien trató de hacer leña este domingo en Twitter contra J. J. Rendón por una frase por demás sacada del contexto de lo que este pudo haber significado, cuando dijo que la ética es asunto de filósofos y a mí me parece que Rendón podría tener razón porque, que se sepa, asunto tan profundo no podría ser ocupación de carniceros, ni de expendedores de combustibles de los que, por desgracia, usen balanzas y surtidores descalibrados.

El crítico al que me refiero se ha distinguido por construir su dudosa fama de opinador y reportero y de amasar fortuna mezclando rencor, ruindad y truhanería, llevándose de calle todo lo que se le atraviese, trátese de nombradías o de renombres bien ganados.

La inquina reside en este caso en el hecho de que, quién asesoró gratuitamente las victoriosas campañas a la alcaldía de Medellín de Sergio Fajardo Valderrama y Alonso Salazar Jaramillo, ya no está al servicio profesional de esa causa que perversa, pero inútilmente, ha tratado de dividirnos a los habitantes de la ciudad primaveral entre ellos, los prístinos, que venden la quimera de que hacen la política entre silicios y privaciones, repartiendo medallas de san Benito y los malditos que dizque andamos de líchigo en las esquinas a la espera de cualquier dádiva por el voto. ¡Pamplinas! Ni ellos son por entero piadosos, ni el resto por entero malditos. Se ha dicho que de riqueza y santidad, la mitad de la mitad.

¡Vivir para ver! J. J., un gran y pulcro señor mientras prestó concurso a las causas de los ayatolas y los cementeros y, ahora, un sujeto infecto porque no está de lado del nuevo y fracasado credo.

Todo el problema radica en que, muertos de la ira y sufriendo de intenso dolor, los enemigos de la candidatura de Luis Pérez Gutiérrez y los malquerientes personales, viéndolo ya triunfador, hacen la de los ahogados que, en el desespero de tener el agua al cuello, echan mano de cualquier frágil bejuco, en lugar de hacer lo útil: encomendarse por si acaso a las ánimas del purgatorio.

Tiro al aire: en Florida come avellanas el ratón almizclero y hasta aquí llega su ligero aroma.