La infamia como método de supresión

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Escrito por:

Juan David Escobar Cubides

Juan David Escobar Cubides

Columna: Opinión

e-mail: juanda30juanda30@hotmail.com


En la antigua Roma, la infamia consistía en la degradación del honor civil, ocasionando la pérdida de la reputación ante la sociedad. Al ciudadano romano que la padecía, le tocaba soportar un potencial descrédito una vez efectuado el Censo por parte del magistrado competente. Así, de esta manera, era tachado aquel ciudadano de infamis, pues su estatus radicaba, principalmente, en el timbre de orgullo que este ostentaba ante la sociedad. Dicho orgullo que surgía por consecuencia del prestigio y reconocimiento, se veía gravemente afectado cuando el ciudadano romano era tachado de infame. La situación no es novedosa.

En efecto, la infamia desde la antigua Roma ha evolucionado de forma negativa, dado que, es constantemente utilizada por cuestiones políticas como método de supresión del adversario, pues en Colombia la misma es empleada no únicamente para degradar la honra y el buen nombre de las personas, sino también para truncar las aspiraciones, obras y legados de aquellos que sí han trabajado y le han aportado innumerables aspectos positivos al país.

Luego, combinar todas las formas de lucha, valerse del poder jurisdiccional para perseguir a quienes defienden convicciones diferentes, visitar cárceles para recopilar falsos testimonios, intrigar a través de series inexactas, y, difundir información falsa con complicidad de sujetos inescrupulosos, son por excelencia las conductas más aplicadas por los líderes de la infamia colombiana. Claro está, que, a diferencia de la antigua Roma, en Colombia hacen lo propio para eliminar moralmente a quienes constituyen una contención efectiva a la amenaza populista.

Allí está el fondo del asunto. Y es en este punto donde debemos ahondar: Colombia vive actualmente un riesgo desmedido de colapso, por consecuencia de algunos representantes de la izquierda radical, quienes, en vista de sus reiteradas derrotas en las urnas, no han encontrado estrategia más deleznable que atacar ferozmente a personas que, gracias a su indiscutible éxito en la gestión pública, aportaron un legado digno al país.

El revanchismo de los perdedores, las mentiras de quienes auspician las campañas de desprestigio digital, y, el afán insospechado de sentarse a improvisar en la Casa de Nariño (2022), son motivos de peso para castigar con una nueva derrota a los representantes del sectarismo político nacional, que siembra odio, mentiras y cizaña. Tanto más, no siendo menos grave, vale la pena revisar las mediocres gestiones de aquellos sujetos que, en su vaga experiencia administrativa ocasionaron graves detrimentos patrimoniales a sus ciudades y departamentos. Ello no lo podemos pasar de agache, como quiera que, la ineptitud y la incompetencia de los infames no tiene parangón.

Conclusión: los legitimadores de la infamia además de infames, son ineptos, populistas e incompetentes, principalmente, cuando de gobernar se trata. Tengo certeza que ello no es coincidencia.


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