Salvemos la democracia

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com


Integrantes de la sociedad civil, dejemos la indiferencia. Seamos sensatos. Reflexionemos serena y sesudamente y adquiramos conciencia de la inminencia y agudeza del peligro que acecha a la democracia en Colombia y en la América Latina.

Persuadámonos de una verdad que no admite argumento en contrario: por muchos y graves que sean los defectos que afectan a nuestra democracia, que no son propios de su naturaleza intrínseca sino de quienes aprovechándose de la bondad de ella medran, defraudan y delinquen, la democracia es inmensamente menos mala que el comunismo despótico aniquilador de la dignidad y de la libertad de la persona humana, ideología –si es que merece el honor de llamarse tal- que, dondequiera que se establece sólo le causa esclavitud, ruina espiritual y material y derramamiento de sangre a los pueblos que subyuga con sus crueles símbolos: la hoz y el martillo; y con su prédica de odio: la lucha de clases.
Los pueblos no necesitan ser ilustrados para darse cuenta de esa realidad y del peligro de degradación, hambre y exterminio que significa el comunismo para la supervivencia de la sociedad universal.

Por eso, como en “Fuenteovejuna, todos a una” debemos actuar unidos, monolíticamente, y hacer una sola fila en el gran ejército de mujeres y hombres de Colombia, para librar la gran batalla por la defensa de los sacrosantos principios y valores consagrados en el inmarcesible sistema democrático.
Con decisión, convicción y amor por la democracia defendámosla del ataque artero y sin cuartel que desde todos los flancos le hacen las hordas comunistas que pretenden destruirla para implantar en el suelo de nuestra Patria y en el territorio del Magdalena el régimen de terror, pobreza y corrupción inspirado en los modelos tiránicos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, satélites de Rusia. Nefasto engendro promovido por el perturbador Foro de Sao Paulo, que, para baldón e infortunio tiene en el Departamento y en nuestra amada ciudad corifeos que envenenan el alma popular, siembran discordia y exclusión ciudadana utilizando el ropaje y la dialéctica falaz de la demagogia. No permitamos que esos mensajeros del horror maten nuestra maltrecha pero perennemente viva democracia.

Si hay voluntad para emprender esa cruzada debe existir también el propósito de hacer profilaxis a fondo que permita identificar la etiología y aplicar terapéutica adecuada, pues es innegable que, bajo el domo de la democracia se amparan y pelechan logreros de la política; individuos sin ideas ni principios que, con sus prácticas insanas, enturbian el escenario democrático, lo saturan de vicios y lo salpican de lodo.

Por eso se necesita limpiarle el rostro a la democracia. Se impone extirpar lunares malignos. Hay que depurarla. Esa labor no es fácil, pero tampoco es imposible; requiere sí, de pedagogía tesonera y eficaz. Concientizar a todos los conciudadanos del valor que ella tiene para salvaguardar el decoro, la libertad y el progreso de los pueblos. Persuadir a los ciudadanos de que el voto es el instrumento que tienen para elegir el sistema político que les guste; la forma de gobierno que les seduzca; los representantes y gobernantes honrados, competentes y con vocación de servicio público; la clase de sociedad en la que quieren vivir.

Imbuirles el concepto de que el voto es sagrado, está fuera del comercio bursátil y que quien lo vende enajena su conciencia y la mancilla. Instarlo a sancionar socialmente, de manera implacable, al servidor del Estado que incumpla el deber de respetar la Constitución y las leyes, mantener el imperio del derecho y de la justicia, y al que se apropie dinero del erario o incurra en abuso de poder. Hay que salvar la democracia de la feroz acechanza enemiga: el comunismo, la corrupción y la connivencia ciudadana.