Odio visceral en la academia

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Escrito por:

Juan David Escobar Cubides

Juan David Escobar Cubides

Columna: Opinión

e-mail: juanda30juanda30@hotmail.com


La academia es uno de los aspectos más sagrados en la humanidad, pues a través de esta los habitantes de todas las naciones cuentan con la posibilidad de adquirir nuevos conocimientos, e investigar y conocer a fondo la ciencia, para mejorar ostensiblemente su condición social.

En Colombia aquel que goza de la posibilidad de acceder a un programa educativo para formarse es un privilegiado, pues bien conocemos el esfuerzo económico y personal que debe realizar un estudiante o sus familiares para financiar los costos de un programa universitario. Encontrándonos con ello, que la educación más que un derecho, se convierte en un limitado privilegio al que pocos afortunados pueden acceder. Claro está, refiriéndonos a la educación con calidad, puesto que existen programas de pésimo servicio ofertados de manera gratuita para maquillar una triste realidad. Aunque hasta este punto todo tiene solución.

Gravísimo es que los jóvenes ingresen a las universidades con total entusiasmo bajo las expectativas de encontrar en sus claustros a magníficos docentes, que a diferencia del colegio, gozan de mayor experticia, tecnicismo y conocimiento para enseñar un área determinada del saber; pero dicha ilusión se desvanezca porque en el sagrado ejercicio de la ‘libertad de cátedra’, algunos formadores utilicen su posición instructiva para incentivar odio, revanchismo, perversión y segregación, tanto más por espurios rezagos ideológicos o por malquerencia frente a determinado personaje. ¡Esto es impresentable!

Se les olvida a los docentes educar, y es allí cuando comienzan a adoctrinar a muchachos incautos de 20 años que padecen una abrupta desinformación sobre la lamentable realidad que padecía este país antes del 2002. Flaco favor le hace a la democracia esa actitud repulsiva de ciertos ‘profesores’. ¿Por qué no cuentan con objetividad a los estudiantes cuáles eran las condiciones de violencia de este país en ese entonces? ¿Por qué no cuentan que nos encontrábamos secuestrados por el terrorismo dentro de las ciudades? ¿Por qué les interesará tanto que las nuevas generaciones no conozcan la verdad? ¿Por qué no cuentan los logros del Gobierno 2002-2010? ¿Qué intereses representan para no hacerlo?

En Colombia se ha vuelto paisaje observar a una serie de maestros universitarios haciendo uso de sus cátedras para despotricar de Uribe, como si los estudiantes pagaren para recibir un vulgar adoctrinamiento, en vez de una formación de calidad. Así es como reemplazan su verdadera labor pedagógica para cumplir con determinadas agendas políticas donde la prioridad consiste en incubar en sus alumnos un resentimiento social infundado y un odio de clases soterrado. Así tal cual lo hacen constantemente en infinidad de aulas universitarias. ¡Debería darles vergüenza!

Lo detestable del asunto es que esos formadores- si así se les puede llamar- ignoran que la academia es sagrada y, que, de aquella florece el futuro de la patria, puesto que es en las aulas universitarias donde florece el porvenir de la democracia. ¡Vaya error!

Y es que no es admisible bajo ningún punto de vista que haya quienes pretendan hacer de los claustros universitarios, una jauría de malévolos en los que no se construye, sino que se destruye. ¡La docencia está para construir país, no para odiar ni para destruir, ni mucho menos para estimular rencores enfermizos por razones ideológicas!

No obstante, resulta acertado ejercer la libertad de cátedra, no podemos hacer uso de esta para ir a hablar mal de un dirigente político, ni del Gobierno Uribe, pues para ello están las cafeterías o los denominados mentideros políticos. Ningún padre de familia ni tampoco los estudiantes efectúan el esfuerzo semejante de asumir el costo de una matrícula universitaria para que un docente irresponsable utilice su curso de filosofía o de economía para convocar marchas en contra del presidente electo o del partido político por el cual fue elegido. ¡No sean infames!

No podemos tolerar a quienes irresponsablemente viven felices importunando su labor pedagógica. Es menester exigir con vehemencia cero odios en la academia.
¡Ojalá el mensaje lo acataran varios docentes que dedican su curso a denigrar del Gobierno Uribe y a convocar a marchas infestadas de terrorismo urbano!


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