Imponente y necesario

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Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com


Los adjetivos con los que título esta columna, se los dedico al Puente Pumarejo. Obra monumental. Verlo y transitar por él impacta tanto que suscita emociones.
Entre ellas la impresión visual que se siente al percibir la enorme estructura de hormigón armado diseñada con especificaciones técnicas que forman un anillo vial estéticamente bien concebido y funcionalmente articulado; y la presencia majestuosa del río Magdalena que, después de recorrer mil quinientos kilómetros, aproximadamente, desde el Páramo de las Papas, en el macizo colombiano, tributa sus aguas al Mar Caribe, en Bocas de Ceniza. Las características del gigante de cemento en comentario lo convierten en el más grande de los construidos en el país. Algunos datos alusivos a él revelan la magnitud del mismo: longitud: 2.247 metros en su eje principal y 990 en sus segmentos complementarios, para un total de 3.237 metros; 45 metros de alto, 38 metros de ancho, 2 calzadas con tres carriles, andenes peatonales y ciclo rutas cada una. En su construcción se emplearon 5.000 obreros, 40.000.000 de jornales, 176.534 metros cúbicos de concreto y 33.000 toneladas de acero. Costó $785.000.000.000. El contrato para la construcción fue firmado el 30 de abril de 2015, con plazo de 36 meses para la ejecución y la inauguración se efectuó el 20 de diciembre de 2019. Se trata, sin duda, de una mega estructura levantada, soberbiamente, sobre el más importante camino fluvial de Colombia. El flamante viaducto conecta las riberas del afluente mencionado entre la próspera y cosmopolita ciudad de Barranquilla y el Departamento del Magdalena, en el corregimiento de Palermo, municipio de Sitionuevo. El viandante que lo recorre no puede menos que apreciar la admirable conjunción que ese escenario presenta: el poderoso monumento atirantado, y el torrentoso espejo hídrico. Es la maravillosa imbricación de la naturaleza, magnífica y pródiga, con el aporte edificante de la mano del hombre. Es paradigma de visión de progreso. Reconocimiento y gratitud merecen los promotores de la construcción del puente Alberto Pumarejo. Mención y aplausos para los operarios que, durante incontables horas, aportaron sus energías, derramaron sudor y desafiaron con arrojo temerario los peligros en las millonarias faenas de trabajo, en las que, a cada instante, como acróbatas, exponían la vida. El nuevo puente era una necesidad incuestionable. El anterior, denominado Laureano Gómez por ley de la República, construido entre los años 1970 y 1974, considerado en su momento un ícono en la infraestructura de la conectividad terrestre nacional, ha prestado servicio durante nueve lustros. Reemplazó al tortuoso sistema de ferry Boat. Millones de automotores hollaron con sus llantas su rígida placa. Ingente aporte a la movilidad vehicular le hizo en su periplo activo. Asimismo contribuyó a la integración regional, a la economía de la costa Caribe y de la nación. Cuarenta y cinco años atrás le significó una erogación cuantiosa al Estado colombiano. Tanto es así, que el presidente Carlos Lleras Restrepo tuvo que encarar, con la energía de estadista de la que siempre hizo gala –temple que tanta falta hace en Colombia actualmente- el criterio opuesto a esa obra de la banca internacional, y envió a París a su embajador en Washinton, Misael Pastrana Borrero, para que defendiera el proyecto de construcción ante la Junta de Consulta reunida en aquella ciudad; gestión diplomática que culminó exitosamente y el país obtuvo la financiación que requería. La contratación del puente fue firmada por el presidente Lleras el 1° de julio de 1970, con plazo de entrega de 30 meses. La construcción se hizo en la administración del presidente Pastrana Borrero, quien la inauguró el 6 de abril de 1974. Falla imperdonable es que tengamos ya el formidable puente Pumarejo sin la doble calzada Ciénaga-Barranquilla. La región Caribe y Colombia la necesitan. Hay que construirla, valga lo que valga. Congresistas, Gobernador del Magdalena, tienen el deber ineludible de acometer esa tarea. Fuerzas vivas, a impulsar ese proyecto, para salvar vidas y generar progreso.


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