Musa samaria, musa Caribe

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


De todas las tomas que nos mostró ligeramente la televisión de las protestas callejeras en Santiago de Chile hay una imagen en particular que realmente me impactó y me gustó: la de muchos instrumentos musicales, muchos, violines, violas, contrabajos, trompetas y tambor mayor al parecer de una banda sinfónica, danzando por el aire tratando de alcanzar la movilización que pasaba por el conservatorio pidiendo libertad e igualdad para los chilenos y luego, los mismos instrumentos irrumpiendo en el espacio en el que se confundían múltiples lenguas difusas, en minuet y rondó, con una sonata de Händel. Irrepetible.

Por un momento pensé era el concierto “por la vida” que se había tomado la marcha y la llevaba cogida de las alas directo al Nirvana. Que eran los músicos y su música líderes que llenaban de armonía el clamor desenfrenado de una masa persistente que posiblemente sabe qué le duele, pero aún no sabe exactamente a dónde va a parar su lamento. Pensamiento fugaz que apagó el grito que silenció el ímpetu de los acordes sonoros que fluían de las manos expertas, creativas, de quienes portaban como pancartas tan frágil instrumental. ¿Llegará el día?

¿Llegarán algún día las musas de la alegría? Las divinidades inspiradoras de las artes, hijas de Zeus y Mnemósine, compañeras del sequito de Apolo, dios olímpico de la música y patrón de las bellas artes, quien tuvo romances con cada una de ellas dejando prolija descendencia. Y llegarán para quedarse. Llegarán sin aspavientos. Solo aguardan su irrupción cuidadosa en el escenario de melómanos y danzantes, sometiéndola al consenso, al refine y a la depuración, tejiendo en melodías estratégicas andanzas que sueños son, mientras van marcando el paso de la mano de artífices de carne y hueso que a ritmo de guitarra, saxo, piano y bongoes van armando la red con la que nos atraparán.

Así nació en Santa Marta “musa caribe”, divinidad inspiradora de músicos samarios y del Caribe que se asociaron para –como los instrumentos flotantes de la marcha chilena- sobresalir en la multitud y brillar como faro que señala el camino de las transformaciones que han de venir con la realización de cada una de sus apuestas mágicas:

Música para todos los gustos desde la investigación, el conocimiento y la interpretación para la construcción de la primera escuela de música del litoral y la primera fonoteca en la que se guarde celosamente la historia musical que se logre rescatar a través de la memoria oral de intérpretes, cantautores y juglares acuciosos que poblaron con la cumbia, el porro, el vallenato, el bullerengue y el mapalé el inmenso territorio costeño que se abrió y extendió para el mundo entero. La mejor y más sólida oferta musical nunca vista como el gran fenómeno emprendedor del momento, capaz de prender las velas de las fiestas a donde quiera que llegue.

Llenar de música los espacios vacíos que van dejando a lo largo de su curso los marchantes insomnes. Llenarlos de música es llenarlos de vida y de sentido. Los marchantes que repiten como loros “un pueblo unido jamás será vencido”, que evocan cantos y emiten llantos que se pierden, se los lleva el viento, esperando siquiera un eco como respuesta. Es un sueño nada más del cual no quisiera despertar. Pero, nada falta más que comiencen los músicos de aquí y de allá a sonar sus panderetas para que los demás nos dejemos tocar por su música y hagamos fila con ellos para proponer una nueva forma de ver y de amar que nos hace mejores seres humanos.


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