El Centro Histórico grita…(III)

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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


Los ‘centros’ en las grandes ciudades del mundo moderno tienden a desaparecer. Es un fenómeno del proceso de urbanización al que no se le ha encontrado una respuesta exacta. Algunos ‘centros’ subsisten por los valores patrimoniales o institucionales que albergan, mientras otros lucen descuidados y caóticos.
Por ser núcleos compactos de comercio en los que también se alojan entidades estatales y, al carecer de una población residente, después de cinco de la tarde, son impenetrables. A esta hora, el hampa comienza a moverse aprovechando la oscuridad de la noche y no da tregua a quienes quieren compartir los espacios que los conforman en sana convivencia.

Puerto Madero en Buenos Aires (Argentina) es un buen ejemplo de ello. Se requirió una intervención urbanística mayúscula, radical, para transformar un sector abandonado en una monumental y acogedora zona urbana; buscando establecer una relación apropiada entre la ciudad y el Río La Plata, a través del Centro Histórico. Su objetivo era llevar a cabo un proyecto de renovación urbana que requería una gran inversión en apertura de calles, construcción de veredas y alamedas, fuentes y lagos artificiales, camellones, instalación de nuevos servicios, parqueos y redes de drenaje. Así, para Buenos Aires y su actividad económica, Puerto Madero se convirtió en punto de referencia, debido a que numerosas empresas se radicaron aquí y es uno de los sitios más apetecidos por turistas del interior y exterior del país.

Una idea muy similar iluminó a quienes planificaron y acometieron la primera fase de la renovación urbana del Centro Histórico del Distrito Turístico, Cultural e Histórico (DTCH) de Santa Marta (que no fue tan radical como la de Puerto Madero), para que, en primer lugar, el hampa no se apropiara de él y terminara destruyéndolo; preservar lo que quedaba de su patrimonio cultural e histórico, en segundo lugar y consolidar una oferta turística de calidad que impactara la economía local, en tercer lugar. Se hizo, se alcanzaron algunos objetivos y metas del proyecto, pero no se previó su mantenimiento, conservación y sostenibilidad; dejaron en manos del azar las presiones que ejercerían los cambios sociales (factores como el desempleo, la pobreza, la corrupción y las inmigraciones) sobre la naciente estructura urbana.

Como lo analizamos en las dos entregas anteriores, la negligencia oficial se sintió y hoy se viven sus consecuencias: un Centro Histórico invadido por diferentes especímenes sociales y humanos, sensación de inseguridad, podredumbre, desconcierto empresarial y vaticinio de desaparición. La situación provocó la reacción de quienes defienden sus inversiones y obligó a las autoridades y al propio alcalde a responder con acciones de corto plazo, que mejoran y mitigan pero que a la larga no son soluciones definitivas.

Para que no se pierda este impulso y desaparezca el entusiasmo, se requiere insistir y persistir en lograr los objetivos de mediano y largo plazo:

Conformar la organización de los dolientes, autónoma e independiente, que defienda los intereses de quienes con sus ofertas de negocios turísticos lograron que el Centro Histórico, en materia turística y económica, fuera lo que en principio se pensó.

Concesionar o contratar con entidad privada la protección del patrimonio, de su mantenimiento, de su conservación y expansión, del aseo, los servicios públicos y de su seguridad urbana. Diseñar, bajo el marco jurídico existente (LEY 388 DE 1987 y decretos complementarios), el nuevo ordenamiento legal y territorial que regirá para todos, propietarios y usuarios para así determinar los contenidos del reglamento de usos y las normas urbanísticas que orientarán su administración y manejo. Solo tres iniciativas claves que ayudarán a evitar volver al pasado.


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