El Centro Histórico grita basta ya

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


La ciudad de Santa Marta no es Distrito Turístico, Cultural e Histórico porque sí, ni por suerte del destino o cuestión de azar. Su triple condición turística, cultural e histórica es el resultado de una “rigurosa” evaluación de lo que fue y es hoy como territorio municipal delimitado que posee unos atributos naturales, artificiales y de tradición que la definen como tal.
Mar, sol, playas, paisajes, parques naturales, carreteras, montañas, parques urbanos y plazas la califican como una ciudad turística más. Su legado urbanístico, arquitectónico y arqueológico, los valores de su patrimonio indígena milenario y la mezcla de expresiones culturales la convierten en una “oferta única” en el mercado turístico mundial.

Un inmenso territorio frente al Mar Caribe con diversidad de climas, bosques y cuerpos de agua que albergan especies exóticas de peces, aves, frutas y animales terrestres; el Parque Natural Nacional Sierra Nevada de Santa Marta y el Parque Natural Nacional Tayrona expresiones vivas de la naturaleza y la biodiversidad, que tienen en el Centro Histórico el corazón palpitante que le imprime la dinámica institucional, cívica y corporativa a este conjunto armónico, para generar competitividad y desarrollo económico, nuevas fuentes de trabajo e ingreso, brindando a propios y visitantes condiciones óptimas de seguridad, movilidad, ambiente y bienestar.

Así lo concibieron los planificadores. Con su recuperación, emprendida hace más de diez años, le apostaron a mejorar la calidad de la oferta turística de la ciudad, ofreciéndoles a inversionistas nacionales y extranjeros los inmuebles patrimoniales del Centro Histórico para que desarrollasen sus iniciativas de negocios, respetando su arquitectura y las intervenciones urbanísticas acometidas por el Gobierno Nacional en este sector. El paisaje urbano cambió radicalmente, se hizo más habitable y seguro. Los empresarios del turismo se animaron, compraron, arrendaron y se instalaron con sus diferentes ofertas de bienes y servicios para el consumidor local y visitantes ocasionales. Así fue como el CH se consolidó como la Gran Manzana Turística, recreativa y monumental.

Todos cumplían las reglas. Había controles, presencia física real de la autoridad policiva, interés puntual y atención frecuente de los organismos distritales del Estado Local, respeto por los demás y un grato ambiente de cultura y convivencia ciudadana inundaba el aire fresco. Pero, cualquier día, flaqueó la vigilancia, la Policía bajó la guardia, la Alcaldía Distrital dejó tirada su misión institucional y, ante la ausencia de autoridad, sobrevino el abuso, el miedo y la arbitrariedad. El espacio público del Centro Histórico, la Gran Manzana, el Corazón Palpitante de la ciudad, comenzó a ser invadido sin ningún control por mendigos, indigentes, migrantes venezolanos habitantes de la calle, vendedores informales, prostitutas, atracadores, raponeros y ladrones, micro-traficantes y jibaros que impiden el acceso y la estancia en los sitios a donde se ofrece comida, música y recreación, esparcimiento y contemplación a los viajeros que disfrutan este lugar.

La peligrosa situación obligó a los empresarios del Centro Histórico a tomar cartas en el asunto y a exigir a la administración distrital mayor atención y control a los desmanes que en este territorio ocurrían, con el fin de evitar su máximo deterioro y desaparición. Se reunieron, hablaron, pusieron sobre la mesa sus problemas que son iguales a los de la sociedad samaria, convocaron a las autoridades y les presentaron sus soluciones “de choque”, de mediano y largo plazo, planes de acción específicos y propuestas de planes parciales de ordenamiento, que serían implementadas de manera conjunta con entidades públicas, empresas prestadoras de servicios y fuerzas del orden para expulsar a los transgresores y devolverle la vitalidad que antes brilló a este lugar.