Ocio no es entretenimiento

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Escrito por:

Eimar Pérez Bolaños

Eimar Pérez Bolaños

Columna: Opinión

e-mail: eimar.perez@unad.edu.co


El ocio es tan valioso que no merece ser interrumpido y nada tiene que ver con desocupación y entretenimiento.

Es un estado del espíritu donde emerge el arte, la literatura y la filosofía. Por eso, Nietzsche escribe en la tercera intempestiva que, el ocio es una característica elevada, propia de los verdaderos pensadores, al contrario del sabio ordinario que huye de él porque no sabe qué hacer de esos espacios de “tiempo libre”.

Sin embargo, en la mayoría de las sociedades actuales, guiadas bajo lema de la productividad como sinónimo de “crecimiento”, riqueza y “felicidad” el concepto de ocio se ha ido tergiversando, dándole el matiz de entretenimiento. Es así como, Byung-Chul Han afirma: “El entretenimiento se convierte hoy en un nuevo paradigma (…) decide qué es idóneo para entrar a formar parte del mundo y qué no, e incluso qué es en general” (p. 11).

Es decir, ya no es el ocio un espacio individual impenetrable externamente, que en su praxis recrea, construye, comprende la realidad, sino que su sentido se desnaturaliza en el presente, engendrando al entretenimiento como instrumento mediático, unido a la forma en cómo en la sociedad actual se administra el tiempo libre, “el entretenimiento es una actividad con la que se llena el tiempo libre” (Chul Han).  Pero ese tiempo ya no pensado como lúdica y reflexión, desarrollo del arte y juego, sino con fines de distracción y consumo, además de la construcción de un nuevo tipo de sujeto.

Por lo tanto, los instrumentos principales del entretenimiento son los medios. Ya Herbert Marcuse lo había anunciado “en las pantallas de la televisión, las radios y los escenarios, se convierten en sonidos sin sentido que lo adquieren sólo dentro del contexto de la propaganda y los negocios, la disciplina y el descanso” (p. 87). Pero este entretenimiento busca administrar la vida humana a partir de los intereses económicos del sistema actual, pues nos muestra ¿qué es la felicidad y cómo conseguirla?; ¿cómo ser un hombre exitoso?; ¿cómo educar a los hijos?, etc.

En consecuencia, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han dedica un análisis crítico al papel del entretenimiento en la actualidad como fenómeno que permea aquel antagonismo de actividad laboral y espacio de tiempo libre, este último ya no como ocio en su sentido lato, sino sometido a toda administración exterior, que encuentra en los medios, especialmente los digitales su instrumento. “los medios vuelven ciegos a los hombres. Engendran un mundo del que no se es testigo. Los medios no testimonian la realidad” (p. 131).

Esta ceguera promovida por los medios en los espacios de un tiempo libre que ha dejado de ser imperturbabilidad (ataraxia), se convierte en moldeador del horizonte y el sentido de la vida, nos hace cautivos de actividades con fines económicos, de politización y de no regulación del trabajo fuera de su sitio habitual. “El entretenimiento rompe aquella limitación temporal y funcional. Ya no es meramente “episódico”, sino que, por así decirlo, se vuelve crónico, es decir, ya no parece concernir solo a la libertad, sino al propio tiempo” (Han, p. 160).

En ese sentido, el entretenimiento se distancia del ocio porque es acrítico e irreflexivo “el entretenimiento no tiene ningún acceso al conocimiento. Divierte sin ampliar el conocimiento” (Han, p.94). Por lo tanto, mientras el ocio es resistencia a la productividad como finalidad económica para la vida buena y feliz de acuerdo con los paradigmas reinantes del capitalismo; por su parte, el entretenimiento moldea la consciencia a través de distintos medios que conllevan a la creencia que solo se es útil en la sociedad por el nivel de productividad que se desarrolla en distintos ámbitos, además que genera aceptación. “el entretenimiento puede suscitar por primera vez la conformidad o al menos mantenerla” (Han, p. 115).

Finalmente, el ocio debe reivindicarse en pro del silencio como estado interior y de la soledad como distancia de toda exterioridad que intenta conducir cada vez más a la naturaleza humana a su propia autodestrucción con la idea de “progreso”, “desarrollo” y “civilización”…



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