Color de piel: una larga lucha (2)

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Carlos Payares González

Carlos Payares González

Columna: Pan y Vino

e-mail: carlospayaresgonzalez@hotmail.com



Lo que llamamos "razas humanas" son categorías que han sido definidas básicamente bajo razones históricas, sociales y culturales, sin embargo, no se corresponden con divisiones estrictamente biológicas de la especie humana. 

Lo de las "razas humanas" no opera de manera similar a lo que ocurre con ciertas especies animales. 

Sin embargo, todavía se sigue usando el concepto de raza para discriminar económica, social y culturalmente a ciertos grupos humanos.

De manera grotesca o sutil persisten en nuestra sociedad comportamientos racistas contra indígenas y negros.

Un claro síntoma de la estupidez humana. El segregacionismo entre distintas razas de seres humanos carece de sentido.

Aunque en el fenotipo (la apariencia) se presentan aspectos diferenciales, en el genotipo (la genética) las diferencias son insustanciales.

Eso de pensar que los negros "aguantan más palo" o que "resisten más las chuzadas de las espinas" en una travesía por espesos bosques, porque "tienen la piel más gruesa", como lo acaba de decir recientemente un connotado panelista en Ciénaga durante la celebración del Año Internacional de los Afrodescendientes, es una "grandilocuente" simpleza de indudable corte racista.

No cabe duda que entre las razas existen diferencias en el color, la textura de la piel y el tipo del cabello. Pero otra cosa es suponer que los negros no tienen piel sino algo distinto ("más gruesa"). Esto, desde la dermatología, carece de argumento científico.

Manifestar algo por el estilo es seguir reproduciendo la idea de que existe una raza superior y una inferior a partir de las leves variaciones genéticas reconocidas, cuando deberíamos saber que los seres humanos pertenecemos a una sola especie, dado que las poblaciones humanas se pueden 'cruzar' y reproducir sexualmente.

Cuando se comparan las poblaciones humanas a nivel molecular y genético, todas las categorías raciales que han sido establecidas se desmoronan. No hay un solo gen (ni un solo alelo de gen) que sirva para distinguir claramente entre una raza y otra.

Ni siquiera todos los africanos son racialmente negros. Abarcan todos los colores imaginables de piel (norafricanos y egipcios de apariencia caucásica; de piel amarilla los KoiSan del sur).

De modo similar ocurre con los europeos: abarcan gente de piel clara y cabello rubio (el escandinavo), también, gente de piel y cabello oscuros (sur y este) que se parecen mucho más a las poblaciones del norte de África y del Medio Oriente.

Los asiáticos tampoco encajan en un solo estereotipo: existe una variedad como los turcos, indios y japoneses, abarcando todo color de piel y todo tipo de forma corporal.

En la actualidad la variedad es tan grande que no tiene sentido hablar de un "africano típico", un "europeo típico", un "asiático típico", o un "hispano típico", ni siquiera respecto a características más superficiales como es el color de la piel.

El consenso de antropólogos, biólogos (moleculares y genetistas) de la población, es que el concepto de razas en humanos no tiene sentido, porque la cantidad de variación genética presente en la especie humana se encuentra en cualquier población humana.

Algunas de las pequeñas diferencias del color de la piel en poblaciones, de distintas regiones, pueden deberse a cierto grado de adaptación biológica a las condiciones locales desde las primeras épocas de la historia humana. Nuestros ancestros perdieron, poco a poco, la capa más gruesa de piel para permitir la refrigeración corporal por evaporación a través del sudor, dejando la piel desnuda, expuesta directamente al sol, por eso, en los trópicos, debido a la selección natural, los individuos generan una pigmentación oscura para protegerse de la radiación solar.

En las poblaciones cuyos antepasados vivían en las zonas tropicales (donde se recibe más radiación ultravioleta del sol) tienden a tener la piel más oscura (más melanina) que en las poblaciones cuyos antepasados vivían en las zonas templadas más cerca de los polos (que reciben menos luz solar y menos radiación ultravioleta).

Estos cambios fueron una adaptación de las poblaciones a las condiciones ambientales porque la piel oscura protege de la destrucción del ácido fólico por la radiación ultravioleta (y el ácido fólico es un nutriente importante en los años reproductivos y previene defectos genéticos como la espina bífida), mientras que la piel clara hace más fácil producir la vitamina D (importante para el metabolismo del calcio y la formación de un esqueleto fuerte en zonas de insuficiente luz solar).

Por lo tanto, es posible (no absolutamente cierto) que las diferencias promedio del color de la piel entre las poblaciones surgieron desde los comienzos de nuestra historia debido a las ventajas reproductoras de cada color de piel según la cantidad de luz solar recibida.

De esta manera podemos afirmar que la variación del color de la piel es sólo una de las tantas manifestaciones del proceso de la evolución biológica que necesitó miles de años para llevarse a cabo. No existen, por lo tanto, razones respetables para actuar de manera racista. Por eso hay que mantener una disputa contra el racismo y, a su vez, contra la opresión de los pueblos por razones raciales. Es todavía impertinente decir en nuestro tiempo que "lo de la raza ya no importa". El racismo anda por todas partes vivito y coleando.