¿Y los indignados de Colombia?

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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



"Indignación. 1 f. Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos" (Diccionario de la lengua española). Muchos pensaron que el movimiento de "Los indignados" o 15-M nacido formalmente el pasado 15 de mayo en España se iría diluyendo.

Sin embargo, pese a ciertos amagos de dispersión el movimiento ha recobrado fuerza.

Ya sin el supuesto señuelo de unas elecciones inminentes, los indignados de España se fortalecen y crecen, pues cada vez se destapan más ciudadanos autoreprimidos o inducidos en un letargo mental colectivo de varios años que ahora sale a la luz pública.

Incluso, crece la cantidad de países donde este fenómeno se replica, ya sea con características similares a las de España o con otras propias de cada pueblo, pero siempre con la misma esencia: la indignación por la persistencia de un estado de cosas que poco a poco ha ido asfixiando los espíritus, succionándole al ciudadano su humanismo y la razón de su existencia.

En el fondo subyace esa especie de angustia existencial individual y colectiva, cuya desesperanza nace de un statu quo atornillado en beneficio de quienes se tomaron al mundo con simple ánimo de lucro, carentes de alma y por tanto de ideologías o creencias para llenarlas.

Por eso los indignados no tienen banderas partidistas ni religiosas y sólo flamean la bandera del humanismo, exigen poder ser nuevamente humanos, tratados como tales y tener un mundo viable.

En Colombia estamos empantanados desde hace más de 200 años cuando ni siquiera éramos Colombia. Hoy se percibe un cansancio de gobiernos si se quiere más absurdos que ineficientes o corruptos, donde ya ni vale la pena señalar a alguno en específico.

Es una hartera general con una dirigencia histórica que gobierna en círculos como el tiempo de Macondo, donde unos nutren su favor popular de los errores de sus antecesores y éstos de aquellos sucesiva y al parecer infinitamente si no rompemos esa inercia.

En Colombia son 200 años de indignación pero con una diferencia respecto a otros países: sin indignados que se manifiesten de una manera inteligente y efectiva; sin indignados que no busquen simplemente reemplazar a los indignantes de turno para hacer lo mismo que éstos; sin indignados que no tengan ambiciones de poder por poder o cobrar vindictas personales. Por eso no pueden ser indignados la guerrilla, ni la oposición del momento, ni quienes buscan refundar la patria o vengarse.

El actual momento nacional puede ser histórico si los colombianos queremos. Hoy las cosas están puestas en bandeja para iniciar un gran movimiento de naturaleza y objetivos muy diferentes a los surgidos antes, involucrado en la dinámica del efecto dominó español, árabe y de otros países.

Ya están los ingredientes maduros: la avalancha arrasadora de perversidades que se están destapando, sumados al hastío por una histórica violencia de todo tipo y color, por una delincuencia vestida de narcotráfico hoy, de contrabando antes y de cuello blanco siempre, por los atropellos oficiales y privados, por la injusticia, la pobreza y las desatenciones del Estado.

En Colombia estamos indignados, tenemos mayores motivos para estarlo que los españoles. No nos leemos en los partidos, ni en los grupos guerrilleros ni en la inacción de las religiones ni de los abstencionistas ni apáticos, porque además la indignación es también contra ellos, contra sus métodos y su inoperancia.

Tenemos "enojo, ira, enfado vehemente" contra tanta inmundicia junta y sin vergüenza, parapetada cobardemente en las brumas de las selvas y montañas de Colombia, y tras los escritorios en guaridas públicas y privadas.



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