Hay más Bayardos San Román

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


Los hechos sucedieron como los narró Bayardo San Román en persona: “…ocurrió en Sucre (Departamento de Sucre) región de la Mojana, el 20 de enero de 1951 (…) yo había ido confiado de la castidad y virginidad de Margarita Chica y preparé un matrimonio de primera categoría. Nos casamos, pero al ir la noche de bodas ella me esquivó todo el tiempo, me engañó.
Pasó la segunda noche y le dije: tú me estás vacilando. Esta noche te tienes que acostar conmigo porque nos casamos (…) no olvido las palabras: o lo hacemos esta noche o esta vaina se rompe aquí”.

“…de inmediato me levanté y llamé a la mamá, Hermelinda Salas, que estaba detrás de la puerta escuchando y esperando a ver qué pasaba. Le dije Señora, esta vaina me la aclara ahora mismo, ahí le devuelvo a su hija (…) la mujer llamó a sus hijos, Víctor y Joaquín Chica, quienes increparon a Margarita para que les confesara quién le había quitado el honor. Ella solo mencionó el nombre de Cayetano, él me perjudicó”.

Esa es la verdadera historia, contada a raja tabla por Bayardo San Román, el real, que sirvió de fuente de inspiración a Gabriel García Márquez para escribir “Crónica de una muerte anunciada”. Del mismo modo que Humberto Corena cuenta lo que más le llamó la atención de la novela y lo hizo sonreír fue el papelito que meten por debajo de la puerta y que finalmente nadie lee. “Ese papelito -dice Corena- ese anónimo que hubiera podido salvarle la vida a Cayetano, lo escribí yo. No te puedo decir que decía textualmente porque de eso ya pasaron treinta años, pero en él se leía más o menos lo siguiente: Caye, por lo que más quieras, escóndete por un tiempo porque te van a matar. Cuídate”.

“…yo mismo lo metí debajo de la puerta de la casa de los Gentile, en la mañanita, apenas me levanté, para que lo encontrara la empleada que hacía los oficios y se lo entregara. Yo no quería ver correr sangre. Nunca he sido partidario de las peleas. Pero ya ven, nadie leyó a tiempo la advertencia, si no las cosas hubieran tenido otro final. Lo escribí por insinuación de doña Luisa Santiaga, la madre de García Márquez, que me dijo que alguien debía avisarle a ese muchacho que lo iban a matar (…) nunca me imaginé que ese hecho pasaría a la historia”.

Como muchos otros que se dan todos los días y que si no son contados con maestría jamás dejan de ser anécdotas de barrio o chismes de tienda. Porque a la niña Petra le pasó algo parecido y no tuvo la trascendencia de la historia de los Chica y los Gentile. Ella, la niña Petra, se esmeraba con el cuidado de la nieta que le habían encomendado. Siempre estuvo pendiente de su vestido y buen peinado, de que se juntara con muchachos de bien hasta que un señor no tan joven se interesó en Jacinta como se llamaba. Con muchas atenciones y regalos logró que ella también se interesara en él. Organizaron boda, hubo jolgorio con invitados y se la llevó a un hotel.

Bien temprano el marido se presentó con Jacinta de la mano, se acercó a donde la niña Petra y le dijo al oído: “Comadre, usted me engañó cuando me entregó a su nieta, no me dijo que estaba rota…” A lo que la niña Petra, con el mayor desparpajo, le contestó: “…yo no sabía que la querías para cargar agua”.


Más Noticias de esta sección