Escasa innovación y un preocupante Euro-déficit

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Escrito por:

Luis Palencia Salas

Luis Palencia Salas

Columna: Opinión

e-mail: luiscarlospalenciasalas@gmail.com


Luego del proceso de apertura económica, que inició Colombia en firme en la década de los 90’s, y luego, su inclusión a la Organización Mundial del Comercio (1995).
se implantó una contundente y paulatina política de inserción en la economía mundial, siendo acordes con las tendencias de globalización que se han producido a nivel internacional, la cual no sólo hace referencia al campo comercial, sino también, a una articulación en el aspecto político, empresarial, social y cultural. Basados en ello, los diferentes gobiernos de turno, han firmado una serie de acuerdos comerciales y de cooperación con países o bloque regionales, con los cuales se busca reducir las barreas arancelarias, económicas, jurídicas, entre otras, con la finalidad de intercambiar con mayor facilidad bienes y servicios entre naciones.

Dentro de esta tendencia comercial a nivel internacional, en el 2013, Colombia inició operaciones de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con la Unión Europea (UE), siendo este el mercado común más grande del mundo, lo cual permitiría exportar a gran escala la producción nacional, abarcando así un importantísimo mercado, el cual cuenta con más de 500 millones de habitantes, idóneo para impulsar nuestro sistema productivo y poder estar a la altura del exigente mercado europeo. Es más, hasta cierto punto, se han ocasionado efectos positivos, principalmente en la diversificación de los bienes exportados, factor importante en la dinámica económica y en la generación de nuevos y mejores empleos. Entre dichos efectos, se destaca la diversificación de los bienes exportados, debido a que, para el año 2012, los productos minero-energéticos representaban un 70% del total, mientras que actualmente, esa cifra se ubica en un 45%, lo cual se debe a un aumento significativo de las exportaciones de los cuatro grandes productos agrícolas: banano, café, flores y aceite de palma, y en la misma línea creciente se encuentra la uchuva y el aguacate hass.

Lo anterior indica que, de cierto modo, ha sido fructífero dicha alianza comercial con la UE, pero, por otro lado, existen otras cifras que generan cierta preocupación en este aspecto, y ella, consiste en la caída acelerada y abrupta de la balanza comercial de Colombia con este bloque económico. Tener un saldo en rojo en determinado intercambio comercial, no es totalmente negativo, puesto que, es normal y necesario intercambiar bienes y servicios con nuestros aliados comerciales y es probable que haya déficits con unos, y superávits con otros; lo que realmente preocupa, es el trasfondo de la situación. Para el año 2013, la balanza comercial con la UE era de 1.342 millones de dólares favorables para Colombia, una cifra importante para nuestro país, en el inicio de tan importante tratado, pero, la situación tuvo un importante e inquietante revés, durante el primer cuatrienio: la balanza comercial en el 2017 alcanzó un nivel de 1.416 millones de dólares a favor de la UE, explicado principalmente por la reducción de las exportaciones en un 41% en este lapso de tiempo.

Al tratar de buscar el origen de esta situación, la razón más evidente que lo explica, es la diferencia que tienen los bienes intercambiados entre Colombia y la UE, dentro de la cadena productiva. En otras palabras, una gran porción de los bienes exportados por Colombia, no tienen valor agregado, y, además, dichas demandas suelen ser moderadas, como ocurre especialmente con el petróleo, por ende, la demanda de estos bienes tiende a ser menos elástica. Por otro lado, las importaciones recibidas, son bienes industrializados y procesados, que cuentan con determinado valor agregado que les permite aplicar en cada producto: innovación, industrialización, transformación, articulando de este modo, a más sectores económicos en la cadena productiva de cada bien, permitiendo generar de forma directa o indirecta más fuentes de empleo y nodos productivos.
Para concluir, queda evidenciado, que Colombia tiene mucho camino que recorrer en materia de competitividad e innovación, para poder ofrecer al mercado mundial, bienes y servicios que no sólo sea rentable para el poseedor y explotador de la tierra, sino, que ésta sea una plataforma para conectar esta producción primaria con creatividad e ingenio, y así poder generar y fortalecer vínculos productivos y laborales, que reactiven la dinámica económica.