Por la campaña se conoce al candidato

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alicia Peñaranda Fernandez

Alicia Peñaranda Fernandez

Columna: Opinión

e-mail: apenarandaf@gmail.com

Twitter: @AliciaPenaranda

Web: APconsultoriapolitica.blogspot.com


La política como la sociedad misma es dinámica, cambiante, se renueva permanentemente. Desde la década de 1980, la manera de hacer política empezó a sufrir transformaciones substanciales gracias a la influencia de los medios de comunicación.

La forma de hacer política en la plaza pública ya no respondía a las exigencias de la modernidad, fue así, como la campaña electoral dejó de tener lugar sólo en las calles y el discurso en la plaza pública se trasladó a nuevos espacios.

En esta lógica mediática surgieron nuevas formas de hacer política, y la estrategia de campaña empezó a ser definida por el candidato y su equipo de asesores, ya no por el partido, la opinión pública o los periodistas.

El plan de trabajo de la época preelectoral es lo que se conoce como la estrategia de la campaña, el qué es, cómo lo vamos a hacer y con quien lo vamos a hacer. Aunque es una realidad que la sociedad está viciada y acostumbrada a prácticas negativas, es el candidato y su equipo de trabajo quien decide qué clase de estrategias implementa en el debate político. Ahí es donde cabe el siguiente dicho popular, pero con tinte electoral: "Dime cómo haces tú campaña y te diré que harás cuando gobiernes".

Es imposible explorar el corazón del candidato para conocer si actúa de buena fe o si lo mueven sentimientos personales de ambición y de poder; es difícil saber si su campaña está siendo financiada por fuentes limpias o si el candidato es competente para asumir determinado cargo público. Pero hay algo que si podemos saber, y es si la campaña está siendo manejada con seriedad o si es simplemente un juego amarrado a compromisos clientelistas.

Cuando está en campaña, a no ser que haya ocupado una curul y esté buscando ser reelegido, el candidato es una persona del común, sin poder, maquinaria ni apoyo institucional. Se esperaría entonces que su actuación fuera más que honesta, organizada y profesional; pero cuando sucede lo contrario, hay que decir que estamos frente a un candidato no apto para ser elegido.

¿Qué se espera de un candidato que compra votos?, ¿qué se espera de un candidato que es impuntual?, ¿qué se espera de un candidato que no tiene sus finanzas organizadas y administra informalmente sus recursos?, ¿qué se espera de un candidato que tiene asesores o un equipo de trabajo de dudosa procedencia?, ¿qué se espera de un candidato que no sabe decir no a propuestas cuestionables?, ¿qué se espera de un candidato que despilfarra dinero en campaña?...

No puede seguir sucediendo que los candidatos manejen las campañas, y con ello la política, como si fuera una tienda de barrio.

Es necesario que esta actividad se profesionalice, es necesario que los candidatos organicen tanto sus finanzas como sus procesos de una manera estandarizada, legal y corporativa. Por supuesto es necesaria una reglamentación, pero mientras eso sucede, las campañas políticas no se pueden conformar con maquillar un informe de rendición de cuentas sino en realidad seguir protocolos de administración.

Si los electores no rechazamos este tipo de campañas informales ahora, estos políticos serán rechazados por el sistema, o ¿será que el sistema está lleno de gobernantes que algún día fueron candidatos informales, y son ellos quienes blindan la política de candidatos profesionales?